La vida está llena de situaciones feas, tales como ejecuciones, avionazos, maíz transgénico, rompimientos, enemistades, enfermedades, muertos… y más muertos ; en fin, con tantos dolores que nos punzan el alma bien podríamos armar un rosario de penas.¡Madre dolorosa! ¡Ruega por ella! Madre misericordiosa! ¡Ruega por ella! Madre iluminada! ¡Ruega por ella! Y pasáramos así los días y los años, hincados en un reclinatorio, poniendo los ojos en lo alto como si de allá nos pudiesen resolver la vida. Pero no, la vida y sus entuertos, goces, placeres, angustias y tristezas, está aquí abajo y tenemos, no solo que sobrellevarla, sino conducirla. En ese trance, qué maravilla es tener una familia y amigos con quien desahogar las penas y con quien compartir los sueños, porque un amigo, amiga, padres, hermanos o hijos, siempre estarán ahí para brindarte su mullido abrazo de consuelo y su palabra de reconformación, o de plano, como ya lo expresé antes en otra columna, con el compromiso de juntar piedras.
Tres amigos
Tengo en mi poder dos fotografías que constituyen en si una historia la cual bien podría titularse “Los tres mosqueteros cuarenta y cinco años después”. En la más antigua, que data de finales de la década de los veinte, se encuentran en orden de izquierda a derecha: Roberto Saucedo, Salvador Martínez Prieto y Daniel Vargas Gamboa. Están muy jóvenes, probablemente ninguno alcanzaba los veinte años de edad para esa época y eran recién egresados de
Cuarenta y cinco años después
La otra foto data de los setentas, nuevamente aparecen en orden Saucedo, Martínez Prieto y mi padre. Se hallaban en una fiesta familiar de los Martínez y se veían muy felices. Debían estarlo. ¡Tantos años de amistad! ¡Tantas experiencias en común! A la vez que tan diversos: cada quien con posturas diferentes ante la política y la religión. Eso si, extraordinariamente firmes en sus valores. Los tres serían, hasta el fin de sus días, honestos a carta cabal, críticos, idealistas y comprometidos con las causas sociales, además de inalterables en la amistad. Como dice la canción: ¡Tantos siglos, tantos mundos, tanto espacio y coincidir!
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