Monday, September 02, 2013
EL TRANVIA
El 1 de enero de 1900 se inauguró en la ciudad de México la primera línea de tranvías eléctricos. Fue todo un acontecimiento que sería reseñado en los medios impresos de aquel entonces; de la experiencia tranviaria en sus inicios José Guadalupe Posada nos da cuenta en ese ingenioso grabado donde aparece una multitud de calaveras esperando el vehículo que las llevaría al panteón. El sistema de transporte eléctrico se prolongaría en aquella ciudad por muchas décadas en vista de la conveniencia de usar un medio que permite ahorrar combustible.
En Chihuahua, como era natural, el tranvía apareció unos años después y ya para 1908 contaba con dos rutas, una que partía de la Calle Pacheco por la Avenida Juárez, subía por la Ocampo hasta culminar en las instalaciones del Ferrocarril Chihuahua al Pacífico y de regreso bajaba por la Ocampo, Paseo Bolívar, Avenida Independencia, Plaza Constitución (Armas), Calle Aldama y terminaba en el Monumento a Juárez.
La segunda ruta partía del barrio de Santo Niño, cruzaba el puente de la Ave. Colón, tomaba por la Juárez, doblaba por la Libertad hasta la Ave. Cuahutémoc y llegaba al Santuario de Guadalupe. Esta línea posteriormente se ampliaría hasta Nombre de Dios.
Haciendo eco de los afanes porfirianos, Chihuahua se llenaba de palacetes de aires afrancesados y a la vez que surgían prósperas industrias, y venciendo todos los temores se aprendía a viajar en el tranvía.
Antes de eso, el transporte público se hacía en carros arrastrados por mulas. Imaginen ustedes la reacción de los pobladores de nuestra provinciana ciudad de principios de siglo XX ante la llegada de un trasporte colectivo accionado por electricidad, que viajaba a velocidades considerablemente mayores que los atraídos por bestias. Seguramente, aquello era cosa del demonio para las mentes más sencillas. La reacción debió ser tan airada como la de hoy ante el nuevo sistema de transporte.
Mi abuela María Gamboa Loera aborreció el tranvía hasta el fin de sus días desde que su hijo David, todavía niño, perdió una pierna al ser atrapado entre las vía por uno. Algunos filarmónicos de la época aún lo recuerdan, aunque le faltaba una extremidad durante muchos años destacó en el medio de la música popular como violinista de excelencia.
Para la mayoría de los chihuahuenses progresistas, con la mirada siempre puesta en el futuro, el tranvía le dio glamour y modernidad a la ciudad que buscaba encajar con sus hermanas del otro lado de la frontera.
Con el tiempo desapareció este transporte para darle cabida al más “moderno y eficiente” sistema de autobuses, se abrieron las calles a punta de Caterpillar para darle espacio al tráfico y lo demás ya es historia reciente.
A veces pienso que, al menos en el Centro Histórico, debiéramos haber conservado los tranvías, sería un gesto bastante pintoresco para el turismo, porque la verdad ¿Qué necesidad había de retirarlos para abrir más las calles a los automotores? Si al final, ahora caemos en la cuenta que nos saturamos de tráfico innecesario y por más intentos que se hacen no se pueden encontrar soluciones fáciles al difícil tema del trasporte colectivo.
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