Llegamos
temprano al Club de Leones, en punto de las 3 de la tarde, donde a pesar del
inclemente sol de junio ya había
bastante gente esperando que se abrieran las
puertas del lugar. La expectación era
grande pues en la tardeada de ese domingo se presentaban los legendarios
Hermanos Carrión.
Desde
hace años es costumbre en Chihuahua que los domingos por la tarde se destinen a
la convivencia de las personas de edad madura
en salones de fiestas. El baile con orquesta se mantiene así como una
tradición viva para el disfrute y solaz de los que, aunque ya pintan canas en
las sienes, aún poseen un corazón que late fuerte y a todos los ritmos posibles, desde la cumbia, el cha cha, el mambo y el rock and roll.
Este
divertimento atrae a los mayores pero también a los no tanto, así es que cada domingo vemos cómo conviven entusiastas bailadores de
varias generaciones, al son de agrupaciones musicales casi siempre locales pero con mucha experiencia,
como la Soul de Camargo que es la orquesta que justamente en este día alterna
con los afamados Hermanos Carrión.
Los
Carrión iniciaron su trayectoria en el año de 1960 del siglo pasado, o sea
tienen ya más de cincuenta años en el tablado. Entre sus éxitos se cuentan
Lágrimas de Cristal, Las Cerezas, Magia Blanca y otras inolvidables melodías
cargadas de sutilezas románticas que en
su tiempo hacían suspirar profundamente a las
adolescentes. Vea usted nomás: “ Siempre soñé que tú vendrías a mí, y hoy que es así, creo estar soñando cuando
tú me besas a mí..”; o esta otra: “Fueron lágrimas de cristal las que
derramaste al partir, tu sueño voy construir para soñarlo en mi soledad, …los diamantes que tu lloraste yo los
guardé…”. Ni qué decir de aquel superéxito: “Oh, magia blanca magia blanca que me embrujó, magia
blanca tienes tú…”, y tantas otras infaltables en los bailes escolares de los
sesenta y setenta del siglo pasado, que se bailaban de cachetito sin salirse
del cuadro y que toooodos los asistentes
coreaban al unísono.
Pues
bien, los adolescentes de aquellos días son los abuelos de ahora y como los
ánimos no decaen sino por el contrario se incrementan con el transcurrir de las
décadas, más de una centena de seguidores de los artistas se dieron cita aquel
domingo de junio en el salón de la calle Carbonel, e igual que antaño ovacionaron a sus ídolos, los corearon y les aplaudieron a más
no poder. Los Carrión, con más de setenta años de edad cada uno, demostraron
estar en óptimas condiciones físicas y
artísticas; y aquello de que como los vinos, entre más años mejores, se
cumplió totalmente.
Como
en un “volver al pasado”, cada set de presentación de los Carrión convocó a sus seguidores a colocarse frente
al escenario, corear con mucho sentimiento las canciones, levantar los brazos,
balancearse al ritmo de la melodía y tenerlos tan de cerca que casi podían tocarlos y establecer contacto visual con ellos. Estas
escenas me hicieron recordar las viejas fotografías y reseñas de la época y me
pregunto: ¿Cuántas de estas adorables cabecitas blancas de hoy fueron alocadas e
inocentes jovencitas de
aquel ayer? En eso estoy, cabilando, cuando un brazo se extiende hacia mi y escucho la pregunta obligada: ¿Bailamos? Levanto la vista para encontrarme con el rostro de un amable galán maduro que me ofrece su mano con ese gesto tan conocido, casi una reverencia con la palma abierta. Acepto.
Desde ese día no dejo de cantar para mi: “…Si triste estás por un amor que te causó un
gran dolor, en despejar ya haz de pensar y lanza tus penas al viento, que el viento las
borrará, lalala, lalala…”.
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