“Mira, Bartola, ahí te dejo esos dos pesos, pagas la renta, el teléfono
y la luz; de lo que sobre, coge de ahí para tu gasto, guárdame el resto para
echarme mi alipús…”. El gran cronista musical de México, Chava Flores,
siempre tan atinado, describió en una canción titulada Peso sobre peso, las
penurias que suele sufrir el ama de casa común para estirar el “chivo” que da
el marido para los gastos de la familia. El autor exploraba con comicidad el
triste estatus de la esposa que hacía milagros para la sobrevivencia mientras
el marido le escamoteaba hasta el último centavo. Desde luego subyace la
crítica social y la denuncia, tanto de los bajos ingresos con que debe subsistir
una familia promedio en México, como del
machismo que victimiza a la mujer haciéndola responsable de la
insuficiencia. Esto era así en los años cincuenta del siglo XX cuando la canción fue un éxito radial, y sigue
siendo casi igual hasta la fecha.
Algunas décadas después del
lanzamiento de “la Bartola” –como se conoce la canción- un editorialista
chihuahuense bastante reconocido publicó
un texto que yo recuerdo particularmente con agrado, en éste el autor elogia la
capacidad de su esposa para cuidar la buena marcha del hogar, como dar de comer
a la familia de seis con medio kilo de carne molida y aguantar toda la
increíble cantidad de faenas hogareñas, desde preparar alimentos, ir al
mercado, lavar y planchar la ropa, ayudar en las tareas escolares de los hijos
y hasta hacerla de enfermera, chofer, jardinera y demás, llevando en el
estómago solo una taza de café y una tostada.
En ese tiempo, siendo yo también
madre de familia con dos hijos pequeños, que reinaba en mi hogar a duras penas
con los 100 o 150 pesos por semana que proporcionaba
el príncipe consorte, le agradecía al editorialista su sensibilidad.
Como quiera, la fama de
buenas administradoras de las carencias
sigue siendo privilegio de las amas de casa, de donde se infiere que cualquier
empresa dirigida por mujeres podrá sobrevivir en la escasez.
Una de las formas más
sutiles que adopta la violencia de género, pero no menos brutal en
consecuencias, está relacionada con esa idea de que, como a la Bartola, a la
mujer le basta con dos pesos para administrarse, por lo que en muchos ambientes de la función pública los recursos
destinados a proyectos de mujeres o bajo la dirección de mujeres, son mucho
menores que otros, para no hablar de la disparidad de los sueldos que reciben en
relación a los de los varones.
Actualmente se presume de
que los gabinetes de funcionarios de la administración pública son totalmente
pares, es decir que existe una participación 50/50 de los géneros en posiciones
de primer nivel. Antes de aceptar como cierta esa aseveración me gustaría
conocer los presupuestos que se le otorgan a cada dependencia, estoy segura que
no resistirían una comparación de género pues es evidente que, en
proporción, aquellas áreas que son
presididas por mujeres son las que detentan menos recursos económicos, humanos
y de infraestructura. Podría decirse que
son apreciadas como las menos
importantes en los organigramas
organizacionales, las de menos trascendencia en las políticas de estado,
las de menor influencia, las de menos “power” al final del día, aunque en
algunos casos excepcionales sean las que mejor responden y las que permanecen
más leales a los principios de la gestión. Es una pena realmente porque se
desperdicia talento y vida.
El día en que sean mujeres
las que estén a la cabeza de las dependencias con mayor influencia en el
organigrama del ejecutivo de gobierno, cuando
sean ellas las titulares de las Secretarías de Gobierno, Hacienda,
Educación, Salud, Desarrollo Social, Desarrollo Rural, Fiscalía y Obras
Públicas, y no solamente en áreas donde se les escamotean hasta los dos pesos
de la Bartola, entonces si será posible creer que existe igualdad entre géneros
y reconocimiento pleno de la capacidad de las mujeres para conducir las
políticas públicas. Por lo pronto solo es discurso sin contenido.
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