Flor María Vargas
No morir en el intento es mi principal regla de
sobrevivencia. Siendo mujer a la que le han crecido las ideas y de la que
suelen decir cosas muy feas –como dice el verso de la canción aquella de Gloria
Martín- está dado por sentado que todo
el tiempo deberé navegar a merced de la corriente
en este mundo androcéntrico regido por hombres machistas, con la colaboración
decidida de mujeres híper machistas. En este navegar no soy única, somos
muchas pasando por ese tránsito. En realidad somos legión. Algún día, que llegará pronto, me dedicaré a
escribir mi testimonio de la lucha continua por ser mujer y no morir en el intento.
Todavía era adolescente cuando llegó a mis manos un libro
sorprendente, fue un best seller mexicano de la época titulado “Anecdotario de
una vida inútil pero divertida”, cuya autora, “Fulana de tal”, permanecía en el
anonimato. La escritora decidió publicar sus memorias, según ella misma lo
afirmaba, por consejo de su terapeuta, en una edición mal hecha de imprenta. Se
dice que llegó a colocar más de 40 mil ejemplares.
La autora tuvo la delicadeza de nunca revelar la identidad
para no perjudicar a su familia, ya que Fulana de tal era, en la realidad, una
joven perteneciente a la empoderada clase política nacional. Ella decidió poner
en papel lo que veía cotidianamente, describiendo con pelos y señales el medio
donde se desenvolvía la inútil vida de una
mujer joven de clase alta en aquel México de mediados del siglo XX, rodeada de
lujos, privilegios y canonjías inmerecidas. La protagonista podía tener lo que
quisiera, las mejores escuelas, auto, chofer, si quería trabajar por matar el
tiempo tendría empleo bien remunerado por ser hija de quién era , aunque solo
fuera de “aviadora”; atención de los playboys más codiciados de la clase
política, de hecho posibilidades de un redituable enlace matrimonial; fines de
semana en Acapulco, viajes a Europa en el avión presidencial, mientras que en
los escalones más bajos de la burocracia se revolcaban como gusanos miles de
empleados sometidos y explotados, que solo podrían levantar cabeza a base del
servilismo y la corrupción. Todo ello aderezado
con una narrativa muy divertida, como lo
dice el título.
Por su carácter anónimo, su espíritu crítico y tal vez sin proponérselo,
“Anécdotario de una vida inútil pero divertida” abreva indiscutiblemente de la tradición
picaresca novohispana ( Periquillo Sarniento).
El libro llegó a mis manos como se fue, en una prestada,
porque para eso son los libros, para que circulen. En fin, hace algunos años
quise volver a leerlo y empecé a
preguntar aquí y allá, sin éxito. A lo sumo, localicé por vía telefónica a la
secretaria del albacea de los bienes de la autora, ya fallecida, quien quedó de
hablar después para confirmar si podría conseguirme un ejemplar. Pasó el tiempo
y nada. Hoy me enteré que ya se encuentra en Amazon. ¡Excelente! Pediré uno en cuanto se pueda.
Poco después aparecieron otros dos libros autobiográficos de
escritoras mexicanas que también me causaron gran impresión: “Tal cual. Vida,
amores y cadenas” de Irma Salinas, y “A calzón quitado” de Irma Serrano. “Las
Irmas”, como solía decirse en algunos
círculos para referirse a las dos autoras y a su increíble irrupción en el
mundo editorial de México como si fueran parte de una misma dupla, fueron mucho
más reveladoras que Fulana de tal. Para empezar nunca ocultaron su identidad,
ambas afamadas, una por la industria del espectáculo y la otra por pertenecer a familias extremadamente poderosas en la vida económica
del país, simplemente le dieron rienda al desahogo, pero con mucho más cuidado
editorial.
¿De la Serrano qué puedo decir?
Se trataba de su primer libro autobiográfico, escrito con mucha amenidad, muy
acorde a la estrambótica personalidad que portaba de mujer entrona y
empoderada, y desde luego que nos
alimentó el morbo a millones de mexicanos ávidos de destrozar la imagen del
expresidente Díaz Ordaz, odiado por la
masacre de Tlatelolco, tan feo pero tan cachondo según se supo. No se diga la
imagen del presidente Echeverría que, siendo el Secretario de Gobernación,
servilmente le pelonaba las manzanas a
la amante del Jefe Supremo de las Fuerzas Armadas Mexicanas, o sea don Gustavo, y que muy
probablemente habría intrigado con la primera dama para instrumentar la
persecución de que fue objeto la Tigresa, a quien de pronto se le cancelaron
contratos y compromisos artísticos de todo tipo por órden de la ñora Díaz, lo
que ocasionaría a la postre el
rencorcillo de la diva de la canción vernácula que devino en el éxito de
librería. Situaciones de esas ocurrían
en los años sesentas del siglo pasado y, aunque lo duden, suceden todavía en nuestras
sociedades donde impera la doblemoral.
En cambio, a propósito de
hipocrecía y doblemoral, la lectura de “Tal cual” solo podía suscitar dolor e
indignación. Nos puso al tanto del clasismo y conservadurismo de los potentados
postrevolucionarios ( aunque más más bien añorantes de Don Porfirio) , de la
opresión en la que vivían las mujeres de la Hig Sociality en México, de la
infinita discriminación por razones religiosas en una nación pretendidamente laica, de la miseria y
avaricia de una clase social que tiene todo
pero siempre quiere más. Simplemente para llorar.
El punto es: ¿Cómo escribiría la autora su testimonio de
vida? Me gustaría, desde luego, un estilo divertido como el de Fulana de Tal,
con el arrojo de la Serrano, pero ni soy divertida, mucho menos empoderada como
lo era La tigresa. Lo más probable es que me acerque al doloroso caudal de
indignación de la Salinas, con la diferencia de que la neolonesa escribió sus
memorias cuando ya estaba del otro lado del arroyo, a salvo. Mientras que ésta,
la del teclado, sigue practicando el rafting
en peligrosas aguas y sin salvavidas.
No comments:
Post a Comment