“…¡Cuídate del indiferente!…
¡Cuídate de los nuevos poderosos!
¡Cuídate del que come tus cadáveres,
del que devora muertos a tus vivos!...”
España, aparta de mí este cáliz
(fragmento)
César Vallejo
Quienes realizamos labores
cercanas a los grupos sociales vulnerados
hemos sentido como una patada de mula la noticia de la desaparición de
los fondos de desarrollo social, entre ellos los educativos, destinados a atender a la población que sufre
algún tipo de condición de vulnerabilidad; fondos que se habían instituido sexenios atrás con
el fin de “paliar” un poco las carencias
perpetuadas por décadas de indiferencia social hacia las condiciones de vida de
los indígenas, madres trabajadoras,
adultos mayores, campesinos, jornaleros agrícolas, niñas y adolescentes embarazadas, personas con discapacidad, pacientes de
enfermedades terminales.
Simplemente no entendemos dónde
se halla el razonamiento o hilo
argumentativo que justifique tales
decisiones porque en carne propia hemos sufrido las veinte mil formas en que se
presenta la discriminación contra estos sectores de población, nos consta que
de ningún lado salen recursos para atenderlos y dudamos fehacientemente que a
partir de ahora se implemente algún flujo de recursos para su atención, porque
desaparecen los fondos pero no se ven propuestas alternativas.
Desde mi trinchera advierto una
gran indiferencia de los funcionarios de
primer nivel que toman decisiones y de
los políticos que legislan las políticas públicas, ignorancia, negación,
obsesionados como están por conservar el poder.
Alguna vez escuché a cierta
conocida mía, dizque “asesora política”, decir en una reunión que para qué se
gastaba en publicidad y giras por la sierra si los inditos no votaban. Los parias
no votan, las niñas embarazadas no votan, los jornaleros agrícolas analfabetos no
votan, los indígenas monolingües no votan, los discapacitados no votan, los
enfermos de cáncer no votan, por tanto no existen en los cálculos
políticos.
Al inicio de algún sexenio local el nuevo gobernador debía presentar su Plan
Estatal de Desarrollo como es costumbre, sesudos expertos en los temas fundamentales
trabajaron en la redacción días y noches hasta tener un magnífico documento. Ya
impreso, a escasos días de su presentación, se dieron cuenta que olvidaron todo
lo indígena, la sierra, los municipios más pobres. Nadie convocó a los
ineficientes expertos, un equipo distinto asumió el reto de componer el
documento.
En otro sexenio si se incluyó la
mención a los vulnerables pero los funcionarios designados para bajar y operar
los programas, de los que portan el lustre de ser egresados de instituciones de
educación superior privadas, no les gusta ensuciarse los
zapatos, eran totalmente ajenos y faltos de empatía hacia los pobres. Solamente no comprendían nada de lo que se trataba. Casi casi como la reina María Antonieta cuando, extrañada porque
los parisinos estaban enojados con ella y sus damas de compañía le hicieron ver
que tenían hambre pero no había suficiente pan para alimentarlos, entonces
contestó: “Si no hay pan denles pasteles”. La frivolidad en toda la extensión
de la palabra.
En medio de la discusión con una
funcionaria, en donde yo me quejaba de la falta de apoyos por parte de la
burocracia de su dependencia gubernamental en concreto, me dijo ella que había
que cultivar la empatía y sí, yo lo acepté, es necesario cultivar siempre la
empatía, pero en términos de la pirámide jerárquica que prevalece en estas
entidades de gobierno, quienes tienen la obligación de cultivar la empatía son
los de arriba hacia los de abajo, no al revés.
Tampoco es posible pedirle al
rarámuri que pide kórima para llevarse algo de comida al estómago por ese día,
que sea empático con el capitalista que
cena cortes finos de carne en el
club, sino por el contrario: Quién tiene más es el que debe mostrar empatía por
quien tiene menos. Una niña que fue
embarazada en circunstancias de violencia de género no tiene por qué ser
empática con el director de la escuela que la expulsa por dar mal ejemplo, no,
es el funcionario de educación quien debe ser empático con las necesidades de
sus alumnos.
Estamos pues, en un punto muerto,
se acaban los “fondos” pero no hay programas que los suplan en el proyecto del
gasto del gobierno para el año entrante y, en manos como hemos estado y
seguiremos estando, de una clase política autista a la realidad de esto
sectores de población, lo que tendremos en delante es menos educación, menos
alimentación, menos trabajo digno, menos servicios de salud y si más vulneración de los derechos, más
pobreza, más hambre, más enfermedades catastróficas, más tráfico de personas,
más incorporación de niñas a la prostitución, de niños al sicariato, más explotación y esclavismo, más muertos en
condiciones ignominiosas.
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