Estoy convencida de que Sor Juana Inés de la Cruz se dejó morir. Luego de haber sido considerada como la Décima Musa, la perla preciosa del virreinato, esa talentosa y brillante mujer, asediada por la Inquisición y cada vez más sometida a restricciones en su hacer intelectual, debió mostrarse arrepentida de su inteligencia, retirarse definitivamente, hacer un acto público de constricción religiosa, deshacerse de papel, tinta, libros, aparatos científicos y amistades, olvidarse de escribir e incluso callar su voz. Con toda probabilidad en esos instantes murió espiritualmente, pocos meses después falleció físicamente, contagiada de una enfermedad. Mi abuela solía decir que a los pajaritos enjaulados a veces les entraba la tiricia porque no aguantaban el encierro y no hallaban en sus amos ni el cariño ni la buena compañía, se empezaban a poner tristes, se negaban a cantar y a comer, inclusive perdían sus plumas, hasta que un día los encontraba caídos con las patitas tiesas hacía arriba. Seguramente a Sor Juana le entró la tiricia y se dejó morir.
Tuesday, September 30, 2008
Tiricia
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