A ritmo de Chopin, quien en sus últimos años vivió al lado de Aurora Dupin, mejor conocida por el seudónimo de George Sand con el cual firmaba sus publicaciones.
Tienes un amigo
“When you’re down an troubled, and you need a helping hand, and nothing, whoa nothing is going right. Close your eyes anf think of me and soon I will be there to brighten up even your darkest nigths” (Cuando estés triste y preocupado, y necesites una mano amiga, y nada, nada va bien. Cierra tus ojos y piensa en mí, y pronto estaré ahí. Para iluminar incluso tu noche más obscura). La voz de Carole King canta “You’ve got a friend” desde un disco de 45 revoluciones que gira sobre el plato de un viejo tocadiscos. La música invade el breve espacio de la sala; como ocurre todas las tardes del verano en aquella ciudad templada, afuera llueve una lluvia menuda que refresca tanto el clima que ellos se abrazan casi sin pensarlo y bailan al ritmo de Carole King; no lo meditan, no caen en la cuenta que están subvirtiendo el orden de una relación que puede volverse complicada. Así es el amor, incontenible, llega así, desatado por unos acordes, una mirada, el simple tacto de los dedos; puede ser fugaz o duradero, pero nunca eterno. Puede prolongarse de manera indefinidida o interrumpirse por las circunstancias de la vida, esfumarse como Carole King del mapa musical y solo conservarse como el más bello de los recuerdos. No se, dice ella, qué hubiera sido si realmente se hubiese concretado en una vida juntos. Yo si se, dice él, aún nos estaríamos amando, nos hubiésemos ido a China o a África o a
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