Monday, September 02, 2013



EL TRANVIA

El 1 de enero de 1900 se inauguró en la ciudad de México la primera línea de tranvías eléctricos. Fue todo un acontecimiento que sería reseñado en los medios impresos de aquel entonces; de la experiencia tranviaria en sus inicios José Guadalupe Posada nos da cuenta en ese ingenioso grabado donde aparece una multitud de calaveras esperando el vehículo que las llevaría al panteón. El sistema de transporte eléctrico se prolongaría en aquella ciudad por muchas décadas en vista de la conveniencia de usar un medio que permite ahorrar combustible.
En Chihuahua, como era natural, el tranvía apareció unos años después y ya para 1908 contaba con dos rutas, una que partía de la Calle Pacheco por la Avenida Juárez, subía por la Ocampo hasta culminar en las instalaciones del Ferrocarril Chihuahua al Pacífico y de regreso bajaba por la Ocampo, Paseo Bolívar, Avenida Independencia, Plaza Constitución (Armas), Calle Aldama y terminaba en el Monumento a Juárez.
La segunda ruta partía del barrio de Santo Niño, cruzaba el puente de la Ave. Colón, tomaba por la Juárez, doblaba por la Libertad hasta la Ave. Cuahutémoc y llegaba al Santuario de Guadalupe. Esta línea posteriormente se ampliaría hasta Nombre de Dios.
Haciendo eco de los afanes porfirianos, Chihuahua se llenaba de palacetes de aires afrancesados y a la vez que surgían prósperas industrias, y venciendo todos los temores se aprendía a viajar en el tranvía.
Antes de eso, el transporte público se hacía en carros arrastrados por mulas. Imaginen ustedes la reacción de los pobladores de nuestra provinciana ciudad de principios de siglo XX ante la llegada de un trasporte colectivo accionado por electricidad, que viajaba a velocidades considerablemente mayores que los atraídos por bestias. Seguramente, aquello era cosa del demonio para las mentes más sencillas. La reacción debió ser tan airada como la de hoy ante el nuevo sistema de transporte.
Mi abuela María Gamboa Loera aborreció el tranvía hasta el fin de sus días desde que su hijo David, todavía niño, perdió una pierna al ser atrapado entre las vía por uno. Algunos filarmónicos de la época aún lo recuerdan, aunque le faltaba una extremidad durante muchos años destacó en el medio de la música popular como violinista de excelencia.
Para la mayoría de los chihuahuenses progresistas, con la mirada siempre puesta en el futuro, el tranvía le dio glamour y modernidad a la ciudad que buscaba encajar con sus hermanas del otro lado de la frontera.
Con el tiempo desapareció este transporte para darle cabida al más “moderno y eficiente” sistema de autobuses, se abrieron las calles a punta de Caterpillar para darle espacio al tráfico y lo demás ya es historia reciente.
A veces pienso que, al menos en el Centro Histórico, debiéramos haber conservado los tranvías, sería un gesto bastante pintoresco para el turismo, porque la verdad ¿Qué necesidad había de retirarlos para abrir más las calles a los automotores? Si al final, ahora caemos en la cuenta que nos saturamos de tráfico innecesario y por más intentos que se hacen no se pueden encontrar soluciones fáciles al difícil tema del trasporte colectivo.

Wednesday, August 28, 2013

Chihuahua en Jazz



OPINA UN LECTOR
Cuando salió publicado el cuento del “féretro” en cierta revista local, en donde relato la historia de un corrupto policía de caminos cuya vida termina en condiciones misteriosas, vino hasta mi espacio laboral un hombre desconocido con el fin de darme su opinión. Esta persona llegó bajo un pretexto cualquiera, me entregó un oficio cuyo asunto era intrascendente, se lo firmé de recibido y traté de despedirlo sin éxito, el sujeto se quedaba parado frente a mi escritorio en actitud típica de quien quiere decir algo pero se le traban las palabras en la garganta, yo lo miraba con signos de interrogación. ¿Qué se traerá éste? Pensé durante varios y largos segundos de silencio incómodo. Finalmente me preguntó: -¿Es usted Flor Vargas?-
-Si, a la orden,
-¿Usted escribió el cuento del féretro?
-Si señor. ¿Qué le pareció?-
-Es usted una vengativa
-¿Le parece que soy vengativa porque el personaje muere? Es solamente ficción, es un cuento.
-Pero usted podría haber elegido otro final.
-Ajá, si, pero la historia debe seguir su curso para ser verosímil y extraordinaria a la vez.
-No, es usted vengativa y yo que la creía buena gente porque todos dicen que es buena gente.
-Si soy buena gente pero una cosa es ser buena gente y otra pretender escribir un cuento que tenga cierta intención.
-Pues qué mal.
Ya en este punto decidí quedarme callada porque era obvio que a la persona de pocas luces le era muy difícil desligar la ficción de la realidad y que no había explicación posible que lo lograse hacer comprender la diferencia sutil entre una y otra, así que simplemente le dije, con un gesto de por favor ya retírese: -Está bien, tomaré en cuenta sus comentarios- , aunque por dentro pensando que cómo había gente boba en este mundo chihuahuita.

TERCER FESTIVAL DE JAZZ
Chihuahua vivió momentos verdaderamente sublimes la semana del 19 al 25 de agosto durante el desarrollo del Tercer Festival Internacional de Jazz Chihuahua, festival que tuvo un importante posicionamiento después del éxito logrado en sus dos ediciones anteriores. Todos los conciertos tuvieron lleno total y se presentaron varios destacados intérpretes del género musical que el año pasado fue reconocido como Patrimonio Mundial de la Humanidad por la Unesco. Ramón Bermudez se llama el joven músico chihuahuense que luego de haber estado varios años estudiando en el conservatorio de Puerto Rico regresó a su ciudad natal para darse a la tarea de impulsar el reconocimiento social de esta modalidad musical que ha ganado adeptos, sobre todo entre los entendidos de las expresiones musicales más netas y genuinas. Acá, Ramón hizo mancuerna con el Mtro. Armando Nuñez, mejor conocido como “Mandis”, antiguamente líder de nuestra legendaria banda local de jazz fusión “Espacios Vacíos”, actualmente director académico del Conservatorio de Chihuahua, para traer a una cuidada selección de invitados. Llenar teatros en un lugar como Chihuahua donde campea la banda sinaloense, la música norteña, el narcorrido y la más excelsa cursilería de la trova, es mucho más que una hazaña. Las dos primeras ediciones fueron verdaderos actos heroicos pues no se contó con grandes apoyos oficiales, aún así la respuesta fue más que explícita sobre el poder de convocatoria del jazz. La tercera edición logró un éxito mayúsculo, bien para los jóvenes promotores y para el Ichicult que aportó gran parte de los recursos.

Wednesday, August 21, 2013

Muerte de un litigante sin escrúpulos


MUERTE DE UN LITIGANTE SIN ESCRÚPULOS

Su muerte estuvo a punto de pasar desapercibida. Una noche, de acuerdo a la costumbre en Chihuahua, la fiscalía filtró la siguiente información: “Sujeto desconocido muere acribillado en la calle Allende entre 19ª y 21ª en la zona centro de la ciudad. El hombre, como de sesenta años de edad fue encontrado a un lado de su vehículo, marca Ford, de modelo atrasado, mostraba el tiro de gracia en la cabeza. Testigos presenciales cuyos nombres se omiten por razones de seguridad informan que cuando el hombre estaba a punto de abordar su vehículo se acercaron dos encapuchados a bordo de una lobo negra de modelo reciente, se bajaron y mientras uno tiraba otro mantenía vigilancia, una vez que el sorprendido cayó inconsciente al suelo, el vigilante se acercó y le disparó en la cabeza”. Tal cual apareció la nota al lado de la foto del cadáver en los diferentes medios digitales que circulan por la red local. Nada notable ni fuera de lo común, simplemente el segundo o tercer ejecutado del día.
También, como es la costumbre, media hora después se difundió más información: “Identifican a muerto en calle Allende, llevaba el nombre de Gerardo Prieto, con 65 años de edad, abogado litigante que tenía su despacho frente al lugar de los hechos. Su último trabajo como abogado defensor fue en el controversial caso del estudiante que asesinó a un profesor universitario”.
No hubo más, la información en medios cesó como por arte de magia y ya nunca se volvió a mencionar este suceso como muchos otros que ocurren a diario. El muerto es noticia de unas horas, después se vuelve obsoleto, a nadie le importa si deja viuda o huérfanos, menos si los asesinos son detenidos y castigados. Los protagonistas de estas historias cotidianas inevitablemente se convierten en fantasmas de la red.
La muerte del litigante, para mi hubiera pasado totalmente desapercibida pero mi amiga Laura Céspedes habló para recordarme algo que me confío muchos años atrás, de cómo este abogado le había tendido una trampa por demás indigna.
Gerardo Prieto había estudiado la carrera de leyes en la Universidad de Chihuahua en los años setentas y formado parte de los grupos estudiantiles de izquierda más radicales, de esos que regularmente iban al frente de las movilizaciones cargando los bats en actitud agresiva y francamente violenta en los momentos álgidos. Era de los de la ofensiva blanquista, denominados así porque tenían por caudillo a un personaje de apellido Blanco.
Olvidados los ideales estudiantiles, Prieto ejerció su carrera de un modo mediocre aunque constante, digamos que vivió regularmente de ella pero mal, básicamente por sus adicciones. Había nacido y crecido, como hijo de ferrocarrilero, en la Colonia Industrial de la ciudad de Chihuahua, donde se decía “mataban y enterraban”. Tal fama tenía la gente de ese lugar y Prieto le hacía honor a la fama. Violento y leguleyo, pésima combinación, desde muy joven comenzó a frecuentar las cantinas, no solo abusó del alcohol sino también de la mariguana, la coca en abundancia y en los últimos tiempos las anfetaminas y el crack, aficiones que le exigían mantener un tren de vida y cuantiosos ingresos para sostenerse. Se le veía deambulando por los juzgados, eternamente acelerado, a veces crudo y desaliñado, llevando y trayendo papeles o arrastrando a sus incautos clientes. Pero hay que reconocer que se las sabía de todas todas tratándose de argucias y trácalas.
Laura se lo topó un día a las afueras del juzgado de lo civil. Habían sido compañeros en la Preparatoria y dejado de verse unos quince años, mismos que ella tenía de casada. Luego del saludo habitual, él preguntó por su estado civil a lo que ella, ignorante del anterior perfil, le confío que estaba procediendo a la separación porque el hombre resultó golpeador.
Mi amiga Laura había vivido un matrimonio terrible en muchos sentidos, casada a los 18 años con el que había sido su novio desde los 15, no había continuado sus estudios debido al continuo chantaje de que era objeto por el marido, quien se oponía a que ella mejorara en ese aspecto y como ganaba muy poco en su empleo si le exigía trabajar para traer ingresos al hogar ya que el sueldo de él no alcanzaba, además de atender sola a los hijos pues el señor nunca estaba. Con el paso de los años, Laura se dio cuenta que el hombre nunca estaba porque no quería y no le alcanzaba porque tenía otras obligaciones.
Lo más grave, sin duda, era la violencia. Laura había sido objeto de menosprecio y abandono desde los primeros días de casada y recibido los primeros golpes cuando el hijo mayor era un bebé, reaccionó como todas las mujeres víctimas de violencia intraconyugal, justificando al agresor y asumiendo que ella era la culpable. En pocas palabras, se sometió a los designios de su machista esposo tratando de evitar la recurrencia de los accesos de violencia, solo que con el tiempo el círculo se fue cerrando cada vez más y las agresiones psicológicas, verbales y físicas iban subiendo de tono y frecuencia.
En una ocasión el tipo la aventó embarazada contra una pared provocándole una fractura de omóplato, en otra la persiguió por la casa blandiendo las tijeras de cortar tela, en otra la estrangulaba sobre los sillones de la sala cuando bajó el hijo pequeño por las escaleras, momento de sorpresa que ella aprovechó para zafarse. Laura decía que la sola idea de estarle dando ese espectáculo al niño le dio fuerzas para salvar su vida que ya sentía perdida.
Este último suceso la hizo reflexionar, en ella estaba el poder de cambiar el rumbo de los hechos y garantizar que sus niños no quedaran huérfanos, con la madre en el panteón y el padre en la cárcel, por lo que unos días después de que una vecina le vino con la queja de que el niño de Laura había pretendido estrangular a su hijo, encaró al hombre y le pidió atentamente que se fuera de la casa.
El hombre se negó desde luego. No aceptaba argumentos. No podía entender el grave ejemplo que daba a sus hijos ni el riesgo en que ponía a su mujer quien ya presentaba los síntomas de agotamiento de la salud típicos de las esposas víctimas de violencia. Laura en esos momentos sufría desde depresión hasta un diagnóstico de cáncer cervicouterino (morbilidad y mortalidad estadísticamente relacionadas con el círculo de la violencia intraconyugal ) por el cual estaba sometida a tratamientos sumamente fuertes sin que él aceptara, a su vez, tratarse. No, el hombre en su papel de macho se creía el rector del universo.
En la discusión Laura le arrojó el café que en ese momento se estaba tomando y se mantuvo firme, así que aquel no tuvo más remedio que irse. Claro que la violencia no terminó ahí, luego siguió la negación para compartir la atención a los hijos y la suspensión de recursos económicos, la incursión inesperada a la casa para llevarse cosas o descomponer otras para hacerle la vida imposible, etecé, etecé, situaciones tan comunes en estos rompimientos. Pero por lo menos, asumía ella, logró poner tierra de por medio e impedir acercamientos que derivasen en golpes.
Dos años después y luego de cuatro años de tratamientos diversos, el médico la dio de alta y con una amplia sonrisa en el rostro le dijo: “Qué bueno señora que dejó a su marido, el señor nunca quiso atenderse y la hubiera seguido perjudicando…muy probablemente siguiera usted con el problema”.
En este punto se encuentra Laura con Prieto y a pregunta concreta del abogado quien quiso saber si había alguna situación específica que ella considerara le pudiese afectar a la hora del divorcio, ella le confesó que le había arrojado líquido de café cuando lo echó de casa. ¿Por qué le vino eso a la mente? Por la culpa que forma parte del síndrome de la víctima de violencia y por ingenua. Su ingenuidad la puso en un estado de indefensión, muy frecuente en los casos de mujeres que durante años han confiado en quien menos deben, sus agresores.
Esa tarde Laura nos contó sobre su encuentro con el abogado a varios amigos, uno de los que estaba en la mesa le advirtió:
--Oye, si se trata del mismo Gerardo Prieto que estoy pensando creo que cometiste un grandísimo error, porque ese le hizo lo mismo a mi expesposa cuando andábamos en los trámites del divorcio, le preguntó detalles y ella le contó cosas que luego Prieto me vino a vender, solo que yo no acepté seguirle la corriente, no me considero tan ojete.
Laura un tanto preocupada pero siempre justificando al otro contestó que tampoco creía que “aquel” fuera --tan así, tan ojete como tú dices---.
Peroooo, dicho y hecho, el abogado encontró la oportunidad de citar al marido de Laura en una cantina y entre copa y copa que pagó éste último, aquel le ofreció el recurso por una módica cantidad, suficiente para los pericos de una semana, con eso se conformaba siempre pensando en el bien del antiguo camarada que necesitaba un brazo de apoyo para defenderse de la viejas. Eso si quería también lo podía representar en la demanda.
El marido pagó lo convenido pero lo último no lo aceptó porque astuto como era consideró la poca credibilidad de tal espécimen y dado que ya andaba de novio con una muchacha hija de familia, su alumna en la Universidad, obviamente joven e inexperta cuyos padres le pusieron un ultimátum para que legalizara su situación, acudió a la Licenciada Ema María Guzmán, su amiga personal, connotada abogada casada con un prominente médico de amplio reconocimiento social, para que llevase su caso.
La abogada en cuestión tenía lo suyo, santa no era, ni en su vida personal ni en el ejercicio profesional por lo visto, y valiéndose del recurso que les dio Gerardo Prieto, procedió a demandar a mi amiga. Ésta no daba crédito, se preguntaba qué cómo una mujer que se decía y asumía de avanzada podía actuar así contra otra que por fortuna había logrado sobrevivir de una relación violenta en la que estuvo a punto de morir. Pero entre abogados se cuecen habas, eso es sabido y cuando hay intereses personales peor.
Entre broma y escarnio la tal abogada pasó a llamarse la “Kiti Manver” para nosotras, en alusión a aquel personaje de Almodovar en Mujeres al Borde de un Ataque de Nervios, la abogada feminista Paulina Morales que traiciona a su clienta para fugarse con el marido de ella, que era representado por la actriz Kiti Manver, a la cual le daba un aire la abogada Guzmán.
Al final Laura salió avante, pese a todo, sin marido, sin dinero, sin apoyos, pero con unos hijos hermosos y eso sí: libre del golpeador. El hombre para estas fechas lleva dos matrimonios más y todo parece indicar que sus dos sucesivas esposas sufrieron, por lo menos la segunda, de la misma sintomatología de la mujer maltratada. Habrá que ver la tercera.
Del abogado Prieto nunca volvió a saber nada, ni yo tampoco hasta que ocurrió el deceso y más por morbo que por otra cosa, intercambiando conversaciones con amigos comunes me di cuenta de cómo fueron sus últimos días.
Gracias a su extraña capacidad para estar cerca de algunos sucesos, Prieto estaba al tanto de la inminente aprehensión del sospechoso de haber tenido algo que ver con la desaparición de un profesor universitario, cuya repentina e inexplicable ausencia había levantado el clamor de las fuerzas vivas universitarias y de la cultura local. En cuanto fue enterado por sus contactos de la detención acudió a la fiscalía y oficioso como era le ofreció sus servicios.
--La regaste compa—le dijo—pero alguna razón habrás tenido. Dime: ¿El tal maestro, era joto? De seguro era joto, esos que andan en la cultura todos son maricones. ¿Te hizo propuestas? ¿Qué te dijo para que te enfurecieras, qué te pidió? ¿Que se la … o qué? ¿Sabes qué? Eso vamos a decir, cuando declares mejor acepta que lo hiciste y pide perdón, todos los indicios te señalan y no vas a poder alegar inocencia, acepta que lo hiciste por coraje, porque te acosó, que actuaste en defensa propia, a ver si logramos un atenuante.
El caso no era tan simple y aún cuando el espurio originado por el inescrupuloso litigante y difundido a través de los medios le dio una ventaja al asesino, finalmente cayó por su propio peso. Prieto, por supuesto cobró su asesoría como siempre, lo suficiente para una semana de perico.
Con esos antecedentes es de suponerse que algunos de los litigios mal transados que hizo el abogado ocasionaron la molestia de alguien y con eso selló su sentencia de muerte.
¿Sabes que es lo más paradójico? –me comentó Laura cuando me informó de la ejecución del litigante-- que un antiguo cliente de Prieto, ese que tú y yo sabemos, fue el que más se lució exigiendo justicia para el profesor de la universidad con declaraciones en todas partes, señalando con dedo acusador a los medios por utilizar un recurso vil y la Kiti Marven, la primera en firmar un desplegado de apoyo.








Tuesday, August 13, 2013

Bolita o de cómo enfrentar los pleitos entre amigas

Hace poco alguien me contó acerca de la confrontación que tuvo con una ex amiga. Se sentía humillada y dado el reciente empoderamiento de ésta última, en peligro de sufrir algún otro tipo de agresión en su medio laboral. Su relato, contado luego de que sucedieron los hechos, ya se antojaba un poco chistoso por esa reacción tan común que tenemos de evadir las malas experiencias imprimiéndoles algo de humor. Siempre he dicho que hay sucesos ridículamente peligrosos que podrían ser muy cómicos si no tuvieran consecuencias tan trágicas. Espero que no sea este el caso de mis dos amigas ahora enemigas entre ellas y que la sangre no llegue al río.
Este relato me trajo a la memoria una vieja historia de amistad y enemistad vivida en la infancia, que vista a la distancia de los años resulta mucho más que cómica, es reveladora de cómo las personas y los hechos que nos ocasionan conflictos de principios nos mueven a olvidarlas por completo.



"BOLITA"


Cursaba el quinto grado de primaria cuando tuve por “mejor amiga” a Dolores Méndez, Lolita de cariño, bolita para los malosos. Por esas fechas andaba yo medio tristona ya que por recomendación médica debía guardar reposo casi absoluto, únicamente se me permitía ir a la escuela, pero no correr y menos jugar deportes. Desde luego, tuve que hacer un impasse en las clases de ballet, actividad que era para mi entrañable puesto que mi plan para el futuro contemplaba ser bailarina profesional, vestir de colombina, bailar en grandes teatros y viajar por todo el mundo.
Las clases de ballet era lo que más amaba en la vida. Para mi cumpleaños anterior el Mtro. Alfonso Amparán me había obsequiado un LP con la música del Lago de los Cisnes de Tchaikovsky, solía pasar horas oyéndolo y admirando la fotografía de la bailarina que aparecía en la portada, imaginándome interpretar la muerte del cisne con un atuendo de tul muy elegante.
Pues bien, debido a mi poco agradable condición temporal, durante la hora de recreo en la escuela simplemente me sentaba en alguna banqueta a ver jugar a los demás. Así fue como me percaté de la existencia de una compañerita que también permanecía sentada ese rato, pero por otras razones.
¡Gorda cerillo, gorda cerillo, gorda cerillo! Le gritaban a la niña que se hallaba sentada en la banqueta de los salones de cuarto grado, cuya complexión obesa y su cabellera de un rojo encendido explicaban el grito de los majaderos e inaguantables - según palabras de las maestras- chavalos que la acosaban. Me dio tanta pena que fui a sentarme a su lado. Ahora ninguna de las dos estaba sola.
La observé detenidamente mientras intercambiábamos el cómo te llamas y cuántos años tienes. Era redondita, redondita, gráficamente parecía una pelota con dos piernitas y dos bracitos, mientras que arriba sobresalía una cabeza que se antojaba pequeña para su cuerpo. Cabello, cejas y pestañas de un rojo intenso, piel de un blanco lechoso y pecas en las mejillas. Tenía un aire gracioso, su rostro era realmente bonito.
Lolita (bolita para los malosos) y yo iniciamos una gran amistad a partir de ese momento, amistad que duró casi todo el año escolar, estábamos en el mismo salón y nos sentábamos la misma banca, hacíamos las tareas juntas por las tardes, en resumen hicimos equipo. Yo era la sabihonda, ella la habilidosa; yo leía los libros y ella plasmaba en cartulinas los textos adornados con garigoles; yo dibujaba y ella recortaba y pegaba. Nos iba bien.
Estaba tan motivada con su amistad que no me importó ser receptora del bulling por extensión. Ahora no era solo la gorda cerillo, sino ahora éramos (si, en plural, éramos) “Stanley y Hard” o “El gordo y el Flaco”. Yo cerraba oídos, así que no recuerdo qué tantas linduras más nos gritaban los malosos porque en el fondo a mi no me importaba. En cambio ella si guardaba viejos y nuevos rencores, acrecentados por la presión constante que sus padres ejercían sobre ella para que dejase de comer. La gordura y por consecuencia la comida, eran los temas permanentes de conflicto entre ella y su familia.
La veía sufrir y trataba de compensarla trayendo diariamente de mi casa un par de tortas de huevo que le daba en el recreo, con lo cual Lolita se comía tres tortas, la de ella, las dos mías y alguna gelatina y un jugo cada mañana.
Mi madre vivía engañada creyendo que las tortas eran para mi y con muchísimo entusiasmo las preparaba antes de irse a su escuela, feliz de que su flaca tuviera apetito suficiente para comer tanto (como ven, también en mi familia el tema de conflicto era la comida, pero a la inversa).
Así pues, una mañana el maestro Eligio nos invitó a realizar actividades para recolectar fondos que serían destinados a los festejos del Día del Niño, prontamente Lolita levantó la mano y nos propuso a ella y a mi para donar un pastel con fines de hacer una rifa. Ya saben, vender boletitos para que el ganador se llevara un premio. Así lo hicimos la tarde previa a la rifa, nos reunimos en casa de ella a elaborar el pastel.
Resultó que mi amiguita era experta en preparar pasteles, yo estaba hechizada viendo con que presteza dominaba con sus manitas regordetas el arte de la pastelería: cernir la harina y el royal, acremar la mantequilla con azúcar, batir la masa, agregar yemas y vainilla, esponjar las claras, mezclar todo y hornear. Después de dos horas teníamos a nuestra vista dos hermosos cakes (“quequis” según la tradición oral norteña), dorados, esponjosos y suficientemente fríos para el paso siguiente: la decoración.
Procedimos a preparar el betún y entonces sucedió lo impensado, Lolita uso un cuchillo afilado para ahuecar los panes, a cada uno le sacó una buena tajada del centro y se la comió. Yo estaba atónita.
--Pero cómo se te ocurre? ¡Vamos a llevar un pastel incompleto!
--¿Qué tiene? Va a quedar tan bonito que no se va a notar, nadie se va a dar cuenta.
-- No se vale, vamos a vender boletos y entregar ese pastel hueco es una mentira, un fraude.
-- Mira, ya cállate, no digas nada, nadie se va a dar cuenta.
Ciertamente el pastel de dos pisos ya decorado no mostraba ningún signo de su falsedad interior y así lo presentamos al día siguiente. Fue un éxito.
Sin embargo, a partir de ese momento todo cambió. Lolita me provocaba sentimientos encontrados, sentía compasión por su incapacidad para controlar la compulsión por la comida y a la vez me daba miedo su capacidad de manipulación puesto que me había obligado a hacer algo contrario a mis principios. Durante meses le había seguido la corriente, la había alimentado sin hacerle ningún bien y ella había adquirido paulatinamente tanto poder sobre mí que no me atreví a denunciar, o vaya por lo menos a claudicar.
Claro que a los diez años de edad, estas reflexiones que ahora muestro profundas eran solo razonamientos intuitivos, digamos que no me dolió tanto la revelación de la verdad, sobre todo porque en el mes de abril gané el primer lugar en el concurso de dibujo del plantel con un caballo plasmado a lápiz de color y me levantaron muy oportunamente la restricción médica por lo que logré colarme a los preparativos del festival de mayo y…¡A bailar de nuevo!
Mis tardes dedicadas a los ensayos fueron enfriando la amistad con Lolita y un día la descubrí jugando a las barbies ( las cuales antes detestaba obviamente) con otras niñas, apenas me vieron hicieron círculo y nada discretas volteaban a verme , claramente las escuché diciendo:
--Es una sabihonda, se cree mucho porque su mamá es maestra.
-Ay, si mira como está flaca, tiene piernas de popotitos
Lo que dio pie para que en coro cantaran: “Popotitos es un primor pero baila que da pavor”.
En ese justo momento monté en cólera como el pélida Aquiles según relata Homero en la Iliada , y las confronté; aún así no me atreví a decirle a Lolita lo que internamente estaba pensando le haría más daño, o sea “gorda”, porque por ningún motivo habría de violar mis principios una vez más, pero si le reclamé su traición a la amistad. Por respuesta me retó a liarnos a golpes a la hora de salida. Acepté el reto y me fui a ensayar.
En el ínter, entre ensayo y clases, medité la situación, nunca me había enfrentado físicamente con nadie, la violencia era contraria a mis principios, yo estaba flaca y chaparra, ella pesaba tres o cuatro veces más que yo y un golpe con sus manitas pasteleras me iba a dejar turulata. De modo que llegado el momento opté por asumir las ventajas que me daban un cuerpo esbelto más el entrenamiento del ballet y el baile folklórico, corrí. Lolita, desde luego se quedó atrás, pasmada, ya que no podía dar un paso sin agitarse, menos correr.
Afortunadamente llegaron los exámenes de fin de curso y las vacaciones largas. Lolita quedó definitivamente eliminada de mi espectro de relaciones de inmediato. El año escolar siguiente, el último de primaria, no coincidimos en el grupo, ni siquiera la vi una sola vez, si siguió en esa escuela o no, lo ignoro, tal era mi convicción por olvidarme de ese penoso incidente que la borré del mapa de mi vida.
Muchos años después, como veinte, leí una nota en la sección policíaca donde se registraba que una mujer de nombre Dolores Méndez había sido detenida acusada de adulterio, ya saben ustedes qué
amarillistas son los medios. En resumen la nota explicaba que una esposa la acusaba de sostener relaciones extramaritales con su cónyuge y que los había sorprendido en su casa. ¿Será?-pensé.