Wednesday, September 28, 2022

ME CORRES A LA GÜERITA: CLAROSCUROS DEL PODER

 



Por aquellos años comenzaba a hablarse con insistencia de la Perspectiva de Género, cuando menos en el INEA se decidió aplicar este enfoque para el diseño del Modelo de Educación para la Vida y el Trabajo, junto con otros enfoques derechohumanistas. Mi entonces jefe, el Lic. “N”, quien buscaba mantener un diálogo productivo con las ONGs de mujeres y que realmente estaba convencido de la pertinencia de ese planteamiento teórico para construir políticas públicas equitativas, organizó una conferencia en la ciudad más importante de nuestra entidad estatal,  a la que invitó a mujeres representativas de aquella región. Estuvieron ahí destacadas académicas de colegios y universidades, investigadoras, defensoras de los derechos de la mujer y promotoras de organizaciones sociales, el tema: TEORÍA DE GÉNERO EN LA EDUCACIÓN.

La expositora era la Coordinadora de los Proyectos Especiales de la Dirección Académica del INEA nacional, quien gentilmente aceptó viajar hasta acá para apoyar la iniciativa. La asistencia era numerosa, fácilmente había unas 80 personas, tomando en cuenta que no era invitación abierta al público.

Entre las asistentes estaba una señora reconocida por su labor social. Ella estaba casada con uno de los magnates más poderosos de la entidad y tuvo a bien invertir parte de las abundantes   ganancias de las empresas del marido en proyectos de beneficio social muy novedosas y exitosas en su tiempo. La dama era todo un fenómeno local, sumamente empoderada, tanto por el poder que otorga el dinero de su familia como por el reconocimiento y empatía que se había ganado a través de su quehacer social (fundamentalmente por el dinero, digo yo suspicazmente) . Los poderes de la ciudad estaban rendidos a sus pies porque, de algún modo, ella y sus obras salvaban la mala imagen que le procuraban los feminicidios y las drogas, aunque, de hecho, a la larga poco pudieron hacer para marcar la diferencia, los crímenes contra mujeres se incrementaron y para qué entrar en detalles respecto a la violencia del narcotráfico que se desató unos cuantos años después.

La señora interrumpía continuamente durante la exposición, parecía que no le cuadraba el tema de Género y ante cualquier reflexión, exponía detalles de su experiencia. Sucedió, como sucede con frecuencia en estas dinámicas grupales, que acaparó el micrófono, por lo que en determinado momento la expositora dejó de darle la palabra, lo cual le provocó un gran enojo. Al finalizar la conferencia, se fue directo hasta el Lic. “N” y le dijo en voz lo bastante alta para que otros pudiésemos escuchar:

-Oye “N”, esa güerita no me gusta, a ver si la corres de inmediato-

-Pero, señora, no puedo hacer eso- contestó el asombrado “N”.

-¿Por qué no, si tú eres el jefe?

- Porque no es mi subalterna, ella tiene una jerarquía de Dirección en México.

-Entonces no la vuelvas a traer

Así, sin más, la señora mostró su lado oscuro. Típica reacción de alguien acostumbrada a detentar poder. No resistió que se le arrebatara el privilegio de ser la protagonista y centro de todas las miradas. Lo peor de todo es que siempre hay arrastrados y lambiscones dispuestos a cumplir con los caprichos del poderoso o poderosa del momento.


ARMAS BLANCAS: EL ABRECARTAS


 

Por Flor María Vargas Frescas



Hace como un año traigo en mente este texto, al fin hoy salió de su resguardo ante los últimos acontecimientos.
Es sabido en el mundo policiaco que los crímenes llamados "pasionales" con frecuencia involucran armas blancas, cuchillos cebolleros, tijeras, navajas, dagas... El dramaturgo chihuahuense Víctor Hugo Rascón Banda escribió tres piezas teatrales que abordan, desde distintos ángulos, tragedias relacionadas con armas blancas: La navaja, La daga y El abrecartas. La historia acerca de la creación de estas obras, según me relató el mismo Víctor Hugo, se remonta a que él era abogado y en el ejercicio de su profesión conoció distintos hechos criminales que le sirvieron de inspiración.
Aristóteles define a la Tragedia, en tanto representación teatral, como una imitación esforzada de la realidad. Si bien, una obra de arte escénico tiene la intención de representar una realidad, suele trascenderla hasta llevarnos a la catarsis y expurgación de emociones. Así sucede con el teatro de Víctor Hugo R.
En algún momento de mi vida laboral, el Lic. Xavier Chaires, de quien he guardado siempre una muy grata memoria, como el mejor jefe que llegué a tener, me dio el encargo de coordinar en el estado el Programa de Teatro Popular Educativo de la Delegación del INEA en Chihuahua. Más o menos me dijo algo así como "ya se que te gusta la actividad teatral, creo que te va a interesar dirigir este programa" y así fue. Luego de pensarlo un poco decidí acercarme a la Asociación de Teatristas Unidos de Chihuahua, ATUCH, en donde conocí a mi excelso amigo el director teatral Nacho Medrano, quien se incorporó al proyecto de inmediato. Además de promover la creación de grupos teatrales en diferentes espacios educativos para adultos, se nos ocurrió convocar a los compañeros de las oficinas a formar nuestra propia compañía, lo cual a la postre sería una experiencia fabulosa. Secretarias, analistas, intendentes, jefes de oficina, técnicos docentes, nos reuníamos sin falta dos veces por semana para ir aprendiendo las artes escénicas. Montamos diversas piezas teatrales, desde las de Carballido y Urtusuastegui, pasando por pastorelas tradicionales, hasta algunas escritas por nosotros mismos que, por cierto, quedaron publicadas en una antología nacional; viajamos dentro y fuera del estado con las puestas en escena.
Así llegamos a montar El abrecartas de Víctor Hugo Rascón, cuya trama ocurre en un ambiente de oficina de gobierno. Durante las primeras lecturas nos repartimos los papeles, yo quería ser la secretaria exótica pero Nacho insistió en darme el papel de la "Licenciada", la nueva jefa de la oficina, no me gustaba nada el papel pero debí asumirlo.
De acuerdo a los cánones clásicos de la tragedia, el protagonista generalmente es castigado con la muerte como consecuencia de su exagerada soberbia, por creerse más, por violentar un orden y en "El abrecartas" no se hace ninguna excepción a esta regla. La Licenciada, nueva jefa, llega imponiendo su estrenada autoridad, sus títulos en universidades rimbombantes, burlándose de los gordos, los viejos, los feos, los poca cosa, a los que desprecia inclemente, hasta que un día amanece muerta, asesinada con un abrecartas.
Lo que aprendí de la obra y del pensamiento de su autor es que estas escenas se presentan en la burocracia de manera recurrente, sobre todo en cada cambio de administración política, con aderezos especiales según se trate de qué color ideológico llega al poder. Las nuevas o nuevos se aparecen, miran a los otros por encima del hombro, los denostan, ignoran su valía, critican si van al baño, si platican en los pasillos, si comen o no, los obligan a seguir sus erráticas pautas sin sentido puesto que son ellos, los nuevos jefes, los que son ignorantes. El mismo Víctor Hugo, con quien mantuve amistad hasta su partida de este plano, me lo explicó: Se trata de exponer cómo ocurre el arribo de las nuevas generaciones de funcionarios sin experiencia, soberbios, clasistas e intolerantes que terminan siendo aniquilados por su propia incapacidad para ser empáticos. En estos días, el arma blanca por lo regular se encuentra en las redes sociales, donde los agraviados no dudan en explayarse bajo el cobijo del anonimato para restregarles sus desatinos en la cara a los agraviantes. Un meme no corta ni saca sangre pero como duele.
En fin, tengo también muy gratos recuerdos y divertidas anécdotas de las giras y presentaciones de El abrecartas. Ésta que escribe salió del ICHEA hace años, la compañía teatral permaneció hasta mucho tiempo después, representando cada diciembre una diverida pastorela cómica en la que los compañeros podían reírse de sus jefes a sus anchas sin que nadie dijera nada. ¡Todos tan felices! Eso se llama respeto, tolerancia, empatía y es mucho más sano para la convivencia.