Sunday, November 07, 2021

¿Cambios en la UACH?

 

¿Cambios en la UACH?

 

Todo este argüende mediático acerca de los fallidos cambios académicos en la UACH me hizo recordar que dicho planteamiento estaba sobre la mesa desde hace décadas, básicamente porque la estructura por departamentos es característica esencial de la Universidad oficial con mayor prestigio académico en la entidad, la UACJ, o sea, que no era ni nueva ni original y, por lo menos, ya se había comprobado su efectividad y pertinencia.

 También me hizo recordar cierta anécdota universitaria por demás jocosa -al menos para ésta que escribe-.

Había en la FFYL un catedrático insigne que alguna vez llegó a ser Director en dicha facultad, bastante sui  géneris en muchos sentidos pero bastante querido por el alumnado, que tenía la costumbre de repetir siempre tres veces sus afirmaciones durante una conversación e incluso en su cátedra.

Salíamos a los jardines un grupo de alumnas cierta tarde, cuando nos interceptó el maestro por los andadores.

 (Entre paréntesis, como ustedes saben, querido lectores, para cuando estaba cursando los últimos grados de la carrera en FFYL, yo ya tenía una larga trayectoria en Educación de Adultos, por lo que había alguna disparidad en edades y experiencia con mis condiscípulas, cerrado el paréntesis continúo.)

 El maestro se dirigió a nosotras:

-¡Muchachas, vengan acá, donde no nos vean!- Y nos jaló hacia un rincón cercano a los muros del plantel, hablándonos con voz secretosa:

 – Ya va a haber elecciones para elegir el nuevo director, voten por mi compadre el maestro “S”, voten por él, voten por él, el pobre ya tiene años haciéndole la lucha y no queda, no queda, no queda mi compadre-.

Ésta que escribe no daba crédito a lo que escuchaban sus oídos y veían sus ojos porque evidentemente se estaban violando varios preceptos normativos y éticos desde el momento mismo que un catedrático, con ascendencia académica sobre las alumnas, ejercía su “liderazgo” para  influir en las decisiones políticas de ellas.

Me quedé muda inicialmente porque ya había tenido antes una conversación difícil con el mismo maestro cuando le reclamé, años atrás, que se dirigiera a los compañeros y compañeras como “tontos”, “idiotas”, “tarados”, “memoria de teflón” , les pusiera apodos denigrantes como “la chupacabras” a una muchacha muy morena de su piel y otras lindeces. En esa ocasión le expresé mi consternación porque  le diera ese trato a las alumnas y alumnos que además ya no eran niños sino jóvenes adultos, inteligentes y con criterio. Claro que esa vez me tomó cierto respeto a mí, pero no cambió con los demás.

Entonces solo atiné a decir: 

- ¡Maestro, no puedo creer que usted nos esté diciendo eso!-

-¿Por qué no? ¿Qué no sabe usted que la otra candidata va a apoyar la propuesta de “n” para que conviertan la UACH en Departamentos, y desaparezcan las facultades? O sea que nos van a “juntar” con los de Bellas Artes, a nosotros, dejaremos de ser FFYL.-

-¿Y eso qué tiene? Así está la UACJ-  

-¿Cómo que qué tiene? ¿Qué vamos a hacer nosotros  revueltos con toda esa bola de “jotos” (SIC)? Nos van a confundir-

En este punto de la conversación solté tremenda carcajada, la verdad, entre el nervio de la situación y el ridículo que me parecía estaba haciendo ese señor, no pude evitar dicha reacción.

-¿Por qué se ríe Flor, por qué se ríe, por qué se ríe, le parece de risa?-

En eso  comprendí que debía moderarme si no me quería exponer a una calificación reprobatoria, aunque dentro de mi pensaba que el hombre estaba cometiendo tremendos juicios discriminatorios y hasta cuestionables dada su propia personalidad. Así que solo agregué:

-¿Está usted seguro que todos, maestros y alumnos de Bellas Artes son como usted los está pintando? No doy crédito a que usted, maestro, use dichos argumentos-

- Claro que sí, si son “jotos”, tooodos, bueno menos mi amigo “T” y su esposo “R”, ellos no, ellos no, ellos no son-

Aquella conversación, definitivamente cabía en el llamado “Teatro del absurdo”, así que pasó a ser, para mí, en lo inmediato y a la distancia de los años, una experiencia de vergüenza ajena. Casi la olvidé.

Como 10 años después nos vimos nuevamente, en una de esas reuniones de nostalgia, aquel grupo de amigas y condiscípulas y les pregunté:

-¿Se acuerdan cuando el maestro “M” nos pidió que votáramos por su compadre porque la otra candidata nos iba a juntar con los de Bellas Artes?-  Ellas contestaron afirmativamente, por lo que les hice otra pregunta: -¿Y por quién votaron? Yo nunca les pregunté en ese entonces por respeto a la secrecía del voto.-

-Por el compadre- dijeron ellas.

O sea que si fue efectiva la intervención del “insigne”. Me dio cierta tristecita al constar que ESE es el nivel de análisis y discusión de mi Alma Mater.

 

 

Thursday, October 21, 2021

Resistencia

 

LA RESISTENCIA DE LA MAESTRA MALDONADO

Por Flor María Vargas

 

-Me levanto cuando canta el primer  gallo, salgo y toco el riel para que los niños en sus casas se pongan en pie y vayan a lavar el nixtamal; al segundo gallo toco otra vez el riel para que los niños se laven cara y manos, se vistan y desayunen; ya cuando el sol se ve un poco arriba del horizonte toco nuevamente el riel, ahora si para que se vengan a la escuela-

Esa fue la respuesta de la profesora Maldonado cuando le preguntaron en que horario atendía su escuela unitaria y multigrado en el poblado de “El terrero”, una comunidad de la campiña chihuahuense que no rebasaba  los 500 habitantes, allá por la década de los 50s del siglo pasado.

En aquellos años,  mi padre, el Profr. Daniel Vargas Gamboa, era inspector escolar en esa  zona rural de la entidad. Según cuentan, entre muchas anécdotas de todo tipo  derivadas de las condiciones en que se desarrollaba la labor del maestro en esas comunidades rurales,   generalmente alejadas de las vías de comunicación, que dos veces al año  el profesor o profesora  debía presentar, en la sede de la Inspección,  un informe detallado de su tarea educativa, la organización de su escuela, horarios, alumnos, incidentes. Ese año estrenaban un formato diseñado para ello.

Si actualmente resulta difícil acceder a muchos puntos geográficos distantes en  nuestro territorio, hace 60 años aquello era muchísimo más complicado, sin vías de ferrocarril suficientes,  carreteras ni vehículos de motor asequibles, sin telefonía, cualquier traslado se hacía a lomo de caballo y había que confiar  casi ciegamente en la buena disposición de las y los profesores que se hallaban solos con su soledad en las comunidades.

La secretaria de la Inspección  recogía los informes, los más presentables  elaborados a máquina, la mayoría escritos a puño y letra. Uno de esos días, respondiendo al llamado que le hizo el Inspector, se presentó la Srita. Maldonado.

La profesora andaba como en los 45 años de edad, el  cuerpo todavía firme, su rostro moreno y cabellera ensortijada delataba un origen afroascendiente;  zapatos muy gastados pero bien lustrados, pulcras medias de popotillo, vestido de color oscuro con encajes en el cuello, una medalla dorada pendiendo de un broche en el lado del corazón. Su cuidadoso atuendo, aunque sencillo y humilde, reflejaba la formalidad que debía portar hombre o mujer dedicados a la noble tarea de enseñar. Era el vivo retrato de la maestra rural en las medianías del siglo veinte.

-¡No, yo no puedo llenar eso, no le entiendo! – fueron sus palabras cuando vio el formato del informe.  Dicho esto, la secretaria se ofreció a llenar el formato y comenzó a interrogarla:  

-¿A qué horas abre la escuela? ¿Cómo? ¿Cuándo sale el sol en el horizonte? – Y tecleó en la vieja máquina Remington de la oficina musitando:  –Pongamos que a las 9 de la mañana- . Y continuó el interrogatorio: - ¿A qué horas les da receso?-

-Pues mire – contestó la srita. Maldonado -cuando está el sol a mero arriba y que comienza a sentirse fuerte  el calor, los dejo salir para que vayan  a comer a su casa bien comidos, su sopita, tortillas recién hechas, frijoles, que estén bien alimentados y que duerman una siesta para que crezcan fuertes y sanos. Ya que comienza a bajar el sol les vuelvo a tocar el riel para las clases vespertinas-

Lo que la secretaria tradujo como: “Salen a la una y regresan a las 4 de la tarde”.

En otra ocasión la profesora Maldonado mandó una extensa misiva, como de 10 hojas, escrita con elegante letra cursiva del método Palmer,  con el objetivo de solicitar cambio de adscripción. En la  carta  explicaba que, aunque tenía ya varios años  ejerciendo la docencia en esa escuela y por sus aulas habían pasado una cantidad de niñas y niños que ya eran hombres y mujeres de bien,  en los últimos tiempos se encontraba totalmente a disgusto y hasta temerosa.

Describía que ese año escolar  se le había metido la idea al señor Isidro Balderrama, padre de familia y personaje con mucha predominancia en el lugar, de quererla seducir. El hombre, ya medio madurón, tenía fama de ojo alegre, pero que ella nunca jamás aceptaría las proposiciones de un hombre casado y se había negado de todas las maneras posibles, primero se hizo como que no entendía, y de verdad no lo quería creer; luego, fue un contundente no.

Sin embargo, seguía la explicación, al sr. Balderrama parecía que le decía que sí y para colmo le había dado por irle a tocar en la ventana por las madrugadas, así que,  temiendo lo peor, ella decidió prepararse colocando unos baldes de agua cerca de la puerta a manera de protección. La madrugada del domingo anterior sintió cómo el hombre venció la chapa de la destartalada puerta de la “casa del maestro”,  pero que  en cuanto él asomó la testera ella le arrojó los baldazos de agua serenada. El hombre, sorprendido, no tuvo más remedio que irse mojado de pies a cabeza en medio de la nevada que en ese momento estaba en su apogeo. Luego se enteró que el hombre había cogido una terrible neumonía de la que estaba aún convaleciente. Así contados los sucesos la profesora Maldonado insistía en su cambio inmediato, por la vergüenza y el miedo de hallarse sola y vulnerable en aquella comunidad donde había vivido tantas y hermosas experiencias como maestra rural de escuela unitaria.

Pasan las décadas y aunque ha habido muchos avances tecnológicos y científicos, lo esencial permanece; la pobreza del medio rural en México permanece y  todavía hay centenas de miles de escuelas unitarias en comunidades rurales apartadas, en  donde igual número de profesores mexicanos viven cada día sus jornadas laborales tratando de adaptarse a las condiciones de vida que ofrece la comunidad y, desde luego, resistiendo a  situaciones de vulnerabilidad extrema.

 

 

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