Sunday, May 22, 2022

 



El fiasco de llamarse Anton y ser enemigo de la Educación

Por Flor María Vargas

Totem .-

Objeto de la naturalezageneralmente un animal

que en la mitología de algunas sociedades

 se toma como emblema protector de la tribu o del individuo

a veces como ascendiente o progenitor .( RAE)

 

Parte 1   

En mayo del año 2006 me encuentro en la cúspide de la Sierra Mixe en Oaxaca, justo en la plaza central de Mixistlán de la Reforma. El paisaje es inusitado para mí que provengo de áridas tierras norteñas, hacia bajo se extiende un manto de techumbres entreverados entre el verdor de las arboledas, hacia arriba la cumbre está ocultaba tras el sólido macizo de nubes grises que amenaza lluvia. Sentada en una banca está una joven mujer ataviada con el vestido típico de fiesta, la frente bordeada por el tocado tradicional mientras en sus brazos acuna a su bebé de semanas de nacido. Parece una hermosa “Madonna” plasmada por el pincel de algún artista. Me acerqué a conversar con ella y hacerle cariños al bebé que sonreía sin temor al escuchar mi voz.

-¡Qué lindo y sano está tu bebé! ¿Con qué nombre lo bautizaste? –

-Bryan Giovanni- me contestó con gran orgullo -  

No pude menos que sonreír ante la ironía inconsciente de los padres mixes al dotar de dos nombres exóticos a su hijo. Aunque en el fondo si hay una intención, tal vez no muy explícita pero que ahí está, la de apoyarle a trascender su origen indígena para pasar desapercibido en un contexto social que discrimina sistemáticamente todo lo indígena.

Bryan Giovanni debe tener ahora 16 años, con suerte se encontrará estudiando la preparatoria, quizás esté integrado a una banda tradicional de música oaxaqueña, es probable que realice labores agrícolas junto a sus padres, que tenga una linda novia y esté pensando en inscribirse en alguna universidad. Si no tuvo esa suerte, quizás no terminó la primaria porque debió ponerse a trabajar desde edad temprana para apoyar a su familia, o quizás fue captado por algún coyote y traído a trabajar en los campos agrícolas del norte, desgajado de su Sierra Mixe, trasladado en camiones de redilas como ganado, aventado en cualquier campo, sometido a exigentes jornadas de sol a sol y deliberadamente inducido al uso de sustancias que le ayuden a “rendir” la jornada.  En el peor de los casos podría haber sido ya incorporado al sicariato. Tal vez de nada le haya servido llamarse Bryan Giovanni.

 

Parte 2  

Darle nombre al hijo recién nacido regularmente es motivo de grandes polémicas entre los miembros de las familias de hoy; el uso del santoral, como se hacía hasta hace un par de generaciones, ya no satisface a nadie.

Ignoro si exista alguna antropología del nombre y si algún investigador se haya puesto a estudiarlo, pero es evidente que a lo largo de la Historia cada grupo humano ha establecido ritos, a veces explícitos, a veces íntimos, para otorgarle nombres distintivos a los nuevos miembros de la familia y de la comunidad. Hoy en día incluso está regulado por las leyes civiles como parte del Derecho a la Identidad.

Entre los pueblos nativos de América se acostumbraba imponer un nombre relacionado con el tótem protector que tendría el individuo (animal, planta, río, cerro o deidad, según) a lo que se agregaba como referencia el de los padres y de la tribu. Los evangelizadores resolvieron sustituir tal costumbre con la del santo del día según el santoral católico como nuevo tótem y el apellido del encomendero.  

Hay otros ritos, como el de imponer el nombre del padre al primogénito, o adjudicarle el de los miembros muertos de la familia a los que van naciendo para relevarles. Cada uno de estos ritos se actualiza, desde luego, de acuerdo a las dinámicas de las familias y el libre albedrío de los individuos.

No obstante, seguimos utilizando el criterio del tótem para darle nombre a los hijos, solo que la característica del tótem ha variado. Recuerdo que en la película “Novecento” de Bertolucci, el patriarca de la servidumbre decide bautizar al nieto bastardo del patrón, en un gesto de extrema solidaridad que contrasta con el rechazo del poderoso, con el nombre de “Olmo”, otorgándole al recién nacido las atribuciones de robustez y fortaleza que caracterizan al gran árbol. Ciertamente Olmo se convertirá en el líder de la comunidad en su vida adulta.

Hay quien elige nombres de héroes en la Literatura o de la Historia. Los relatos bíblicos y las grandes gestas revolucionarias aportaron importante materia prima para elegir nombres al momento que los padres deseaban distinguir a sus hijos con un espíritu de grandiosidad. Abundan los David, Moisés, Noé, Sara, Raquel o Betsabé.  Napoleón fue muy socorrido y, aunque parezca insólito, en Italia un señor Mussolini, de convicciones anarquistas, decidió nombrar Benito a su hijo en honor al presidente mexicano de origen zapoteca Benito Juárez; decisión bastante fallida porque el tirado fascista Benito Mussolini poco honor le hizo al nombre que portaba.

Cada generación define sus paradigmas hasta para eso y los nombres de los hijos son elegidos de acuerdo a los personajes protagónicos del momento, como en un afán de garantizarles la protección del tótem correspondiente y otorgarles personalidad o poder. Solo que muchas veces los hijos resultan ser un fiasco, la responsabilidad les queda grande, simplemente no son merecedores del nombre.

La era soviética dejó en el mundo miles de Lenin, Vladimir, Iskra, Anton, Pavel, Valia;  los indigenismos  procuraron los nombres de  Cuauhtémoc, Cuitláhuac, Moctezuma, Teporaca, Inti,  Atahualpa, Eréndira,  América, etc.  Hay también los que son alegóricos:  Esperanza, Caridad, Consuelo y en sus versiones liberales: Libertad, Democracia, Victoria. Pero, insisto, portar un nombre con tanta carga ideológica no siempre resulta afortunado, hay montones de lenines que andan por ahí que son simplemente un fiasco o caridades que son una diablas.

En la película de comedia “Flashback” de 1990, el protagonista es un agente del FBI (Kiefer Southerland) , muy formal y conservador, cuyo nombre verdadero era  Free Freedom y había crecido en una comuna hippie pero había renegado de todo ello  para convertirse en un republicano agente federal.

 Yo por lo menos conozco el caso de un hombre llamado Antón (por Makarenko), hijo de padres dedicados a la educación y militantes de organizaciones gremiales de izquierda, que no solo es ignorante, es el peor enemigo de la educación con el que he tenido que interactuar. Es un fiasco total.