Monday, July 16, 2018

 NO MORIR EN EL INTENTO I
Flor María Vargas

No morir en el intento es mi principal regla de sobrevivencia. Siendo mujer a la que le han crecido las ideas y de la que suelen decir cosas muy feas –como dice el verso de la canción aquella de Gloria Martín-  está dado por sentado que todo el tiempo deberé navegar a merced de  la corriente en este mundo androcéntrico regido por hombres machistas, con la colaboración decidida de  mujeres híper  machistas. En este navegar no soy única, somos muchas pasando por ese tránsito. En realidad somos legión.  Algún día, que llegará pronto, me dedicaré a escribir mi testimonio de la lucha continua por ser mujer y no morir en el intento.
Todavía era adolescente cuando llegó a mis manos un libro sorprendente, fue un best seller mexicano de la época titulado “Anecdotario de una vida inútil pero divertida”, cuya autora, “Fulana de tal”, permanecía en el anonimato. La escritora decidió publicar sus memorias, según ella misma lo afirmaba, por consejo de su terapeuta, en una edición mal hecha de imprenta. Se dice que llegó a colocar más de 40 mil ejemplares.
La autora tuvo la delicadeza de nunca revelar la identidad para no perjudicar a su familia, ya que Fulana de tal era, en la realidad, una joven perteneciente a la empoderada clase política nacional. Ella decidió poner en papel lo que veía cotidianamente, describiendo con pelos y señales el medio donde  se desenvolvía la inútil vida de una mujer joven de clase alta en aquel México de mediados del siglo XX, rodeada de lujos, privilegios y canonjías inmerecidas. La protagonista podía tener lo que quisiera, las mejores escuelas, auto, chofer, si quería trabajar por matar el tiempo tendría empleo bien remunerado por ser hija de quién era , aunque solo fuera de “aviadora”; atención de los playboys más codiciados de la clase política, de hecho posibilidades de un redituable enlace matrimonial; fines de semana en Acapulco, viajes a Europa en el avión presidencial, mientras que en los escalones más bajos de la burocracia se revolcaban como gusanos miles de empleados sometidos y explotados, que solo podrían levantar cabeza a base del servilismo y la corrupción.   Todo ello aderezado con una  narrativa muy divertida, como lo dice el título.  
Por su carácter anónimo, su espíritu crítico y tal vez sin proponérselo, “Anécdotario de una vida inútil pero divertida”  abreva indiscutiblemente de la tradición picaresca novohispana ( Periquillo Sarniento).
El libro llegó a mis manos como se fue, en una prestada, porque para eso son los libros, para que circulen. En fin, hace algunos años quise volver a leerlo y  empecé a preguntar aquí y allá, sin éxito. A lo sumo, localicé por vía telefónica a la secretaria del albacea de los bienes de la autora, ya fallecida, quien quedó de hablar después para confirmar si podría conseguirme un ejemplar. Pasó el tiempo y nada. Hoy me enteré que ya se encuentra en Amazon. ¡Excelente! Pediré  uno en cuanto se pueda.
Poco después aparecieron otros dos libros autobiográficos de escritoras mexicanas que también me causaron gran impresión: “Tal cual. Vida, amores y cadenas” de Irma Salinas, y “A calzón quitado” de Irma Serrano. “Las Irmas”, como solía decirse en  algunos círculos para referirse a las dos autoras y a su increíble irrupción en el mundo editorial de México como si fueran parte de una misma dupla, fueron mucho más reveladoras que Fulana de tal. Para empezar nunca ocultaron su identidad, ambas afamadas, una por la industria del espectáculo y la otra  por pertenecer a familias  extremadamente poderosas en la vida económica del país, simplemente le dieron rienda al desahogo, pero con mucho más cuidado editorial.
¿De la Serrano qué puedo decir? Se trataba de su primer libro autobiográfico, escrito con mucha amenidad, muy acorde a la estrambótica personalidad que portaba de mujer entrona y empoderada,  y desde luego que nos alimentó el morbo a millones de mexicanos ávidos de destrozar la imagen del expresidente Díaz Ordaz, odiado  por la masacre de Tlatelolco, tan feo pero tan cachondo según se supo. No se diga la imagen del presidente Echeverría que, siendo el Secretario de Gobernación, servilmente  le pelonaba las manzanas a la amante del Jefe Supremo de las Fuerzas Armadas  Mexicanas, o sea don Gustavo, y que muy probablemente habría intrigado con la primera dama para instrumentar la persecución de que fue objeto la Tigresa, a quien de pronto se le cancelaron contratos y compromisos artísticos de todo tipo por órden de la ñora Díaz, lo que ocasionaría a la postre  el rencorcillo de la diva de la canción vernácula que devino en el éxito de librería.  Situaciones de esas ocurrían en los años sesentas del siglo pasado y, aunque lo duden, suceden todavía en nuestras sociedades donde impera la doblemoral.
En cambio, a propósito de hipocrecía y doblemoral, la lectura de “Tal cual” solo podía suscitar dolor e indignación. Nos puso al tanto del clasismo y conservadurismo de los potentados postrevolucionarios ( aunque más más bien añorantes de Don Porfirio) , de la opresión en la que vivían las mujeres de la Hig Sociality en México, de la infinita discriminación por razones religiosas en una nación  pretendidamente laica, de la miseria y avaricia de una clase social que tiene todo  pero siempre quiere más. Simplemente para llorar.
El punto es: ¿Cómo escribiría la autora su testimonio de vida? Me gustaría, desde luego, un estilo divertido como el de Fulana de Tal, con el arrojo de la Serrano, pero ni soy divertida, mucho menos empoderada como lo era La tigresa. Lo más probable es que me acerque al doloroso caudal de indignación de la Salinas, con la diferencia de que la neolonesa escribió sus memorias cuando ya estaba del otro lado del arroyo, a salvo. Mientras que ésta,  la del teclado, sigue practicando el rafting en peligrosas aguas y sin salvavidas.