¿Cambios en la UACH?
Todo este argüende mediático acerca de los fallidos cambios académicos
en la UACH me hizo recordar que dicho planteamiento estaba sobre la mesa desde
hace décadas, básicamente porque la estructura por departamentos es característica
esencial de la Universidad oficial con mayor prestigio académico en la entidad,
la UACJ, o sea, que no era ni nueva ni original y, por lo menos, ya se había
comprobado su efectividad y pertinencia.
Había en la FFYL un catedrático insigne que
alguna vez llegó a ser Director en dicha facultad, bastante sui géneris en muchos sentidos pero bastante
querido por el alumnado, que tenía la costumbre de repetir siempre tres veces
sus afirmaciones durante una conversación e incluso en su cátedra.
Salíamos a los jardines un grupo de alumnas
cierta tarde, cuando nos interceptó el maestro por los andadores.
(Entre
paréntesis, como ustedes saben, querido lectores, para cuando estaba cursando los
últimos grados de la carrera en FFYL, yo ya tenía una larga trayectoria en
Educación de Adultos, por lo que había alguna disparidad en edades y
experiencia con mis condiscípulas, cerrado el paréntesis continúo.)
El
maestro se dirigió a nosotras:
-¡Muchachas, vengan acá, donde no nos vean!- Y
nos jaló hacia un rincón cercano a los muros del plantel, hablándonos con voz secretosa:
– Ya va
a haber elecciones para elegir el nuevo director, voten por mi compadre el
maestro “S”, voten por él, voten por él, el pobre ya tiene años haciéndole la
lucha y no queda, no queda, no queda mi compadre-.
Ésta que escribe no daba crédito a lo que escuchaban
sus oídos y veían sus ojos porque evidentemente se estaban violando varios preceptos
normativos y éticos desde el momento mismo que un catedrático, con ascendencia académica
sobre las alumnas, ejercía su “liderazgo” para influir en las decisiones políticas de ellas.
Me quedé muda inicialmente porque ya había
tenido antes una conversación difícil con el mismo maestro cuando le reclamé,
años atrás, que se dirigiera a los compañeros y compañeras como “tontos”, “idiotas”,
“tarados”, “memoria de teflón” , les pusiera apodos denigrantes como “la
chupacabras” a una muchacha muy morena de su piel y otras lindeces. En esa ocasión
le expresé mi consternación porque le
diera ese trato a las alumnas y alumnos que además ya no eran niños sino jóvenes
adultos, inteligentes y con criterio. Claro que esa vez me tomó cierto respeto a
mí, pero no cambió con los demás.
Entonces solo atiné a decir:
- ¡Maestro, no puedo creer que usted nos esté
diciendo eso!-
-¿Por qué no? ¿Qué no sabe usted que la otra
candidata va a apoyar la propuesta de “n” para que conviertan la UACH en
Departamentos, y desaparezcan las facultades? O sea que nos van a “juntar” con
los de Bellas Artes, a nosotros, dejaremos de ser FFYL.-
-¿Y eso qué tiene? Así está la UACJ-
-¿Cómo que qué tiene? ¿Qué vamos a hacer nosotros
revueltos con toda esa bola de “jotos”
(SIC)? Nos van a confundir-
En este punto de la conversación solté
tremenda carcajada, la verdad, entre el nervio de la situación y el ridículo
que me parecía estaba haciendo ese señor, no pude evitar dicha reacción.
-¿Por qué se ríe Flor, por qué se ríe, por qué
se ríe, le parece de risa?-
En eso comprendí
que debía moderarme si no me quería exponer a una calificación reprobatoria,
aunque dentro de mi pensaba que el hombre estaba cometiendo tremendos juicios discriminatorios
y hasta cuestionables dada su propia personalidad. Así que solo agregué:
-¿Está usted seguro que todos, maestros y
alumnos de Bellas Artes son como usted los está pintando? No doy crédito a que
usted, maestro, use dichos argumentos-
- Claro que sí, si son “jotos”, tooodos, bueno
menos mi amigo “T” y su esposo “R”, ellos no, ellos no, ellos no son-
Aquella conversación, definitivamente cabía en
el llamado “Teatro del absurdo”, así que pasó a ser, para mí, en lo inmediato y
a la distancia de los años, una experiencia de vergüenza ajena. Casi la olvidé.
Como 10 años después nos vimos nuevamente, en
una de esas reuniones de nostalgia, aquel grupo de amigas y condiscípulas y les
pregunté:
-¿Se acuerdan cuando el maestro “M” nos pidió
que votáramos por su compadre porque la otra candidata nos iba a juntar con los
de Bellas Artes?- Ellas contestaron
afirmativamente, por lo que les hice otra pregunta: -¿Y por quién votaron? Yo
nunca les pregunté en ese entonces por respeto a la secrecía del voto.-
-Por el compadre- dijeron ellas.
O sea que si fue efectiva la intervención del “insigne”.
Me dio cierta tristecita al constar que ESE es el nivel de análisis y discusión
de mi Alma Mater.
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