Wednesday, June 10, 2009

Poe

El pasado mes de enero se conmemoró el 200 aniversario del nacimiento de Edgar Allan Poe, uno de los más grandes literatos de los Estados Unidos de América, motivo por el cual se celebra en todo el mundo. Heredero del romanticismo, recaba en su creación literaria la iconografía típica de la escuela romántica, la necrofilia, la inclinación por los temas góticos, los ambientes fantásticos. El mismo Allan Poe fue un personaje controversial cuya vida estuvo plagada de vicisitudes a causa de su origen, la orfandad temprana, su genialidad, una educación contradictoria y su adicción al alcohol. Recreó el género gótico y prácticamente fue el iniciador del género policiaco. Algunos lo consideran el mayor poeta en lengua inglesa de su generación. De hecho su influencia fue inmediata en todo el mundo. El poeta francés Baudelaire se considera su discípulo; el inglés Connan Doyle crea a Sherlok Holmes inspirado en el Dupin de Poe; el estadounidense Lovecraft da continuidad a la línea gótica en una vertiente fantástica; en América Latina destacan el nicaragüense Rubén Darío y los argentinos Jorge Luis Borges y Julio Cortázar; este último: biógrafo y traductor. Solo por mencionar algunos de los escritores que le sucedieron, ya que su impronta se extiende de manera ilimitada a través de expresiones masivas de la cultura como son el cine, la radio y la televisión.

Los méritos del escritor son enormes, sobre todo porque logra desentrañar la esencia psicológica en la literatura. Dentro de los géneros negros advierte que el efecto de horror como recurso de verosimilitud emerge del subconsciente del lector antes que de la trama. En otras palabras: el texto literario despierta aquellos temores internos generalmente adormecidos que llevamos en el inconciente y que se traducen en ansiedad, pánico, paranoia. El verdadero horror no viene de agentes externos, sean fantasmas, alienígenas, vampiros o monstruos, sino del interior de los personajes. Así es como el escritor encuentra los hilos conductores de sus narraciones en sentimientos como la culpa en El corazón delator, la ignorancia en Los crímenes de la Rue Morgue. También, por ejemplo, según Poe la maldad no está en los otros, como en William Wilson, sino en uno mismo, lo que finalmente provoca la autodestrucción.

Pienso en esto mientras recapacito en aquellas situaciones de la vida cotidiana que inadvertidamente nos mantienen en estados de horror suscitados a veces de manera deliberada. Por ejemplo: La persona que es acosada sexualmente en su lugar de trabajo por algún superior, aunque en teoría puede salirse de ese círculo vicioso, en realidad no puede ni siquiera denunciarlo. Al menos así me lo describió una amiguita que sufrió los continuos acosos de su jefe. Ella, una muchacha guapa, brillante, muy joven, que tenía que soportar las inoportunas “visitas” del sujeto, a deshoras, cuando sabía que estaba sola en su casa, para invitarla a tomar un trago, al cine o lo que se le ocurriera, sin que ésta pudiera ni siquiera pedir ayuda pues simplemente no sabía qué hacer. Así que no quedó más remedio que renunciar, lo cual, desde cualquier punto de vista es injusto.

Las víctimas de este y otros tipos de acoso sexual suelen sufrir de manera inenarrable, ni Edgar Allan Poe lo podría describir. Regularmente la víctima de acoso sexual-laboral manifiesta un estado cercano a la paranoia relacionado con una culpa ficticia por haber provocado al acosador; pierde peso, se enferma, tiene dificultades para concentrarse, comete errores, sufre además el muy tangible peligro de perder el empleo, y por ende baja su productividad. ¿Y los acosadores? Bien, gracias.



El tema da para mucho, ya es tiempo de que se castigue efectivamente este tipo de delito y de que existan acciones para evitarlo en los ambientes laborales, sea por la vía de la capacitación o por la de la penalización, o ambas, pero ya. ¿Usted, qué opina?

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