Monday, December 15, 2008

Dilema


No se si congratularme, por ser una mujer chihuahuense, o enfadarme, por lo mismo, pues en esta semana dos coterráneas recibieron, una en México, la otra en España, sendos reconocimientos por sus aportaciones a la defensa de los derechos humanos de las mujeres de nuestra entidad. Me congratulo, desde luego y además con mucho orgullo por el Premio de los Derechos Humanos entregado el 11 de diciembre en Los Pinos a mi amiga Esther Chávez Cano por su labor en Casa Amiga Centro de Crisis de Ciudad Juárez y por el que le fue entregado en Madrid España a Marisela Ortiz, coordinadora de la organización "Nuestras hijas de regreso a casa", este pasado 13 de diciembre.

Esther Chávez Cano

La periodista Esther Chávez Cano, nos consta, se entregó a la causa de los derechos de la mujer desde la trinchera del Grupo 8 de Marzo, con una sensibilidad que la llevó a convertirse, de facto, en la vocera ante los medios internacionales de los reclamos que hacía la sociedad juarence frente a la embestida feminicida. Nunca fue una posición cómoda, de ninguna manera, pues ha tenido que afrontar situaciones en extremo delicadas, llegando a ver amenazadas su integridad física y moral en muchas más de una ocasión. Funda el Centro de Crisis Casa Amiga, verdadero ejemplo a seguir por ser el único en todo el norte de México, donde ha mantenido, con admirable firmeza, una postura de servicio irrestricto a las mujeres, niños y niñas que han sufrido algún tipo de violencia sexual o doméstica.

Nuestras Hijas de Regreso a Casa

Por su parte y a la par, Marisela Ortiz representa a la sociedad organizada a raíz de la tragedia que han vivido cientos de familias de Ciudad Juárez, cuyas hijas no han regresado a casa cuando se les esperaba, habiendo sido víctimas de feminicidio. Nuestras hijas de regreso a casa es, pues, una figura retórica que se erige como símbolo del inmenso dolor que provoca la pérdida de las vidas de cientos de mujeres jóvenes, de la indignación colectiva por la falta de justicia y el imperio de la impunidad, pero contiene también un mensaje esperanzador que trasciende más allá tocando los corazones de todo el mundo. Sobre todo, se trata de la expresión organizada de una sociedad lacerada por la violencia, que de este modo establece sus propios caminos para seguir existiendo como tal antes que dejarse someter por la desintregación social.

La concurrencia de ambos acontecimientos, el de Los Pinos y el de Madrid, se constituye en un motivo de aliento para las mujeres y los hombres comprometidos con las causas de la vida y de la paz. Sin embargo resulta desalentador –aquí viene el enfado—el poco eco y la casi nula difusión que mostraron los medios locales, afanados tal vez en levantar la nota del ejecutado del día y la cantidad de casquillos repercutidos que se encontraron en el lugar, antes que destacar aquellos esfuerzos emergidos de la ciudadanía. ¿O será que causan escozor entre algunos niveles de gobierno?

Queja del género

Así mismo, resulta enfadoso darse cuenta que, a pesar de los esfuerzos, los años de lucha, las constantes denuncias, las mujeres seguimos padeciendo múltiples formas de discriminación, ganamos menos que los hombres por igual trabajo, se nos conceden menos oportunidades de negociación, se sigue presentando el acoso sexual en los ámbitos laborales, nos regatean nuestros derechos ciudadanos continuamente en los mismos partidos políticos que militamos y seguimos siendo víctimas de la violencia de género en nuestros entornos familiar, laboral y social.

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