Monday, October 06, 2008

El último adios a Víctor Hugo


Las mujeres mujeres, es decir las que tenemos fuertemente introyectado el género, solemos llevar la cuenta de nuestras vidas a partir del nacimiento de la prole y generalmente iniciamos las crónicas familiares con un “cuando estaba embarazada de Panchito o Juanita…”. Al fin de cuentas es la maternidad la que determina el género. En fin, esto me viene a la mente al recordar mi acercamiento con Víctor Hugo Rascón.

En 1982, el dramaturgo, si bien ya era profeta lejos de su tierra, había recibido un duro golpe en esta su natal Chihuahua cuando el gobernador Ornelas le había prohibido representar en la plaza la obra “El baile de los Montañeses” por considerarla subversiva. No cuento nada nuevo, Víctor Hugo recordaría por siempre esta fatal anécdota. En el 83, el grupo de estudiantes de Letras que publicábamos en el suplemento Tragaluz del diario Novedades en tiempos de Fuentes Mares, leíamos con gran admiración la obra de nuestro paisano en unos folletos mimeografiados que difundía la UNAM. Nos pasábamos los textos de mano en mano y luego comentábamos las obras en largas tertulias donde abundaba el cigarrillo y el café. Nos deslumbró la profundidad poética de Voces en el Umbral, la sensibilidad social de Los ilegales, el valor con que se abordaba el tema de la sierra chihuahuense en El baile de los Montañeses.

La otredad

Embarazada de Aníbal, ésta que escribe reflexionaba continuamente sobre la maternidad como un estado de confrontación con la otredad. La madre lleva en su cuerpo durante nueve meses no solamente al hijo fruto de sus entrañas, sino al que como su otro le habrá de otorgar la calidad de mujer madre, coludiéndose ambos en una dicotomía infinita, plagada de correspondencias o codependencias. Por tal motivo me impresionó vivamente su obra “La razón de Elvira” donde alude aquel trágico suceso de la vida real donde Luz Elvira Cruz envenena con raticida a sus pequeños hijos y enseguida intenta suicidarse, colgándose de una viga de su destartalada choza de cartón en una colonia miserable del DF. ¿Qué vivencias tan horrendas le llevaron a esa determinación?¿Qué desprecios, opresiones, hostigamientos había sufrido esta nueva Medea? Publiqué un breve ensayo crítico que luego supe fue recortado del periódico y enviado al dramaturgo por una de sus hermanas.

Meses más tarde, con el pequeño de 30 días de nacido en brazos acudí a la ceremonia donde se entregaba el Premio Tomás Valles a Víctor Hugo, ahí hablamos, él quería conocer a la que había escrito favorablemente de su obra. --¡Hasta que hubo alguien en mi tierra que habló bien de mi!-- Me dijo.

El último adiós

El sábado le dimos el último adiós en una ceremonia oficial en un teatro que resultó insuficiente. Todo el mundo quería estar ahí. Unos lloraban, otros simplemente se dejaban ver. Por parte de algunos nos queda la satisfacción moral de haber amado a Víctor Hugo mucho antes de los reconocimientos, los homenajes, los nombramientos honorarios y la fama; mucho antes de que los de la clase política pelearan un espacio junto a él para salir en la foto.

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