Monday, October 06, 2008

Miguel Ángel, Víctor Hugo y Carpinteiro


Miguel Ángel Giner fue un personaje extraordinario. Nos conocimos muy jóvenes, andábamos quizás en los veinte cuando él se aparecía de vez en cuando por mi casa. Yo estudiaba Letras, él estudiaba Psicología. Fue siempre amabilísimo, pero más que eso tenía una gran cualidad, todo le parecía digno de su atención. Se asombraba con alguna conversación, un libro, una canción, una idea y se enternecía con el recién nacido Daniel Espartaco que dormitaba en la cuna. Me daba la impresión que hasta las plantas de la ventana, la lámpara del comedor, el sillón improvisado de la sala, todo le era maravilloso. Desde luego era un soñador, un idealista como lo éramos todos a esa edad. Terminó la carrera y un día se marchó de la ciudad, no volvimos a saber de él hasta que regresó enarbolando la causa de Rita Quintero, la rarámuri que encontró interna en un siquiátrico de Kansas, EU. La historia de Rita, así como la lucha que emprendió Miguel Ángel para hacerla regresar a Chihuahua, quedó plasmada en la obra de nuestro querido Víctor Hugo Rascón “La mujer que cayó del cielo”. Miguel Ángel y Víctor Hugo sellaron entre ellos una amistad histórica, no sólo porque ambos fueron de esos personajes cuyo paso por la vida nunca quedará en el olvido, sino porque dieron nacimiento a uno de los más contundentes discursos dramáticos del siglo XX en la obra ya mencionada, cuyo trasfondo, más allá de la anécdota de por si heroica, tiene que ver con varios de los temas existenciales de nuestra Era: la otredad, la heterofobia, el etnocentrismo, la incapacidad para comprender y respetar al otro, la ignorancia de lo que no nos es propio, la discriminación hacia los ilegales, los indígenas, los enfermos y las mujeres en un mundo dominado por el poder, el imperialismo económico y el colonialismo cultural. Miguel dejó este mundo hace algunos años, siendo joven aún. Víctor Hugo falleció hace solo un par de meses. Hoy en día, en el montaje dirigido por Barclay Goldsmith, el actor Víctor Carpinteiro da vida al personaje de Miguel Ángel. Entre sus vivencias, hace un par de días narró a esta que escribe el impacto que le produjo conocer al hombre real y tener que autoasumirse como un actor que re-crea a un personaje, es decir que lo hace verosímil sin ser aquel. De igual modo describió el inconcebible dolor que le causó tener que representarlo el mismo día de su muerte. Concluyo que en estos efectos radica la magia del teatro y el dramaturgo Víctor Hugo lo sabía muy bien. El texto dramático y la representación escénica ante un auditorio hacen que los simples hechos del argumento –que pueden o no estar basados en hechos reales-- trasciendan hacia el plano de lo filosófico a través de la ficción. Por ello el teatro, el buen teatro, nos debe hacer pensar.

Nota de contexto: Mientras escribo esta columna escucho a Billy Hollyday, tan jazz, tan negra, tan sensual. Gracias vida por darme la oportunidad de disfrutar de la belleza de la música.

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