Monday, October 06, 2008

Uno vuelve siempre a donde amó la vida



Regreso a Calicanto después de una larga ausencia --este breve espacio en que no estás- únicamente para recordar que una vez amé y después de amar amé con un sentimiento jamás repetido, y que debajo de sus toronjiles y limoneros escribí algunas de las más bellas líneas de mi vida. Sólo por eso regreso, aún y a pesar de que también ahí sufrí la más amarga de las decepciones, pero el amor es así… Lo cual me hace recordar la Canción de las Simples Cosas: “Uno se despide insensiblemente de pequeñas cosas. Lo mismo que un árbol en tiempo de otoño se queda sin hojas. Al fin la tristeza es la muerte lenta de las simples cosas. Esas cosas simples que quedan doliendo en el corazón. Uno vuelve siempre a los viejos sitios en que amo la vida. Y entonces comprende como están de ausentes las cosas queridas. Por eso muchacho no partas ahora soñando el regreso. Que el amor es simple, y a las cosas simples las devora el tiempo.

Thérese

Thérese es el seudónimo con el que el personaje de la famosa novela del Marqués de Sade, Justine, sufre sus desventuras. De suplicio en tortura, de tortura en suplicio, Thérese va por los caminos de la decadente sociedad francesa que antecede a la toma de la Bastilla. A cada nuevo lugar que llega, con gran ingenuidad relata sus desdichas sólo para caer una vez más en situaciones por demás escabrosas, en las que sufre increíbles vejaciones sin fin. No obstante la degradación sexual y moral a la que es continuamente sometida, Thérese ( que lleva el mismo nombre de la Santa de Avila) se mantiene incólume, igual que como dijera el poeta mexicano: cual ave que cruza el pantano sin manchar sus alas. Justine- Thérese se mantiene viva sintiéndose a sí misma exenta de las salvajadas a que es expuesta, puesto que ella no las buscó ni las disfruta. ¿Una concesión del escritor para contrarrestar la censura moralizante? Más bien, una circunstancia que agudiza el morbo de sus lectores. Por algo Freud basaría la tipificación del complejo sicológico conocido como Sadismo en la obra del Marqués: el sádico disfruta haciendo sufrir al otro y mejor mientras éste le oponga resistencia. Thérese no se deja vencer, por eso resulta atractiva a la mirada de los sádicos. Podrán tener su cuerpo más no su alma. Considerando que las novelas de Sade circulaban como pan caliente exactamente en los tiempos posteriores a la Bastilla, no puede uno más que imaginarse a aquella masa sedienta de muerte que acude en tropel a las ejecuciones para ver caer las ensangrentadas cabezas monárquicas. Misma turba que seguramente cargaba los pliegos amarillentos de los escritos de Sade en sus bolsillos.

Thérese, Thérese

Trescientos años después, Milán Kundera en la Insoportable Levedad del Ser recrea el personaje. La Teresa de Kundera se compromete y desea amar sin dejar de ser ella misma, pero sufre la pesadez de la conciencia, es débil. Su contraparte, Tomás, asume la vida con liviandad, sin reflexionar ni comprometerse con nada hasta que conoce a Teresa. El peso y la levedad, el cuerpo y el alma, dicotomías que en franca oposición dialéctica hacen girar la historia. ¿En dónde radica la similitud de las dos Teresas? La respuesta se lo dejo a usted, amable lector.

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