Tuesday, September 30, 2008

La hoja en blanco

El pánico ante la hoja en blanco es inconmesurable, para abatirlo por lo menos esta escritora teclea el título; y luego qué, no se, un impasee angustioso de espera mientras empiezan a fluir las ideas, las palabras que se enlazan en frases y párrafos hasta cubrir el total de la hoja. Así es la vida, una página en blanco cada día, llenarla con éxito cuesta mucho esfuerzo, creatividad, paciencia y tenacidad, cualidades difíciles de mantener en la cotidianidad. Recuerdo un pasaje anecdótico de la biografía de Winston Churchill, el brillante estratega inglés que condujo su país durante la crisis de la segunda guerra mundial. Churchill demostró con creces su inteligencia y capacidad de liderazgo, sin embargo en su infancia llegó a ser considerado torpe por no decir poco iluminado pues había sido reprobado en un decisivo examen escolar. Cuando el pequeño Winston se sentó en su pupitre para responder a las preguntas que le hacían, por un descuido derramó la tinta china sobre el papel ocasionando una gran mancha que mancillaba la blancura de hoja y quedó paralizado, no pudo continuar ante la visión de la mancha. ¿Cuántas veces hemos estropeado la hoja con alguna horrenda mancha de tinta que nos impide seguir adelante, hoja que tendremos que desechar enseguida sin posibilidad de reparación? Sin remedio, sólo nos queda aplicar la filosofía de Scarlet O’Hara y musitar : “Mañana será otro día, mañana veré qué hacer”. Siempre habrá otra hoja en blanco el día de mañana. Como dice la canción: “Tengo un libro vacío y lo voy a empezar, tengo sed de caricias, tengo ganas de amar hoy comienza mi vida una página más…”.


Los amorosos

Dado que uno de los mayores gustos que ofrece la literatura es la lectura de poesía, trascribo aquí un fragmento de Los amorosos del poeta chiapaneco Jaime Sabines: “Los amorosos callan. El amor es el silencio más fino, el más tembloroso, el más insoportable. Los amorosos buscan, los amorosos son los que abandonan, son los que cambian, los que olvidan. Su corazón les dice que nunca han de encontrar, no encuentran, buscan. Los amorosos andan como locos porque están solos, solos, solos, entregándose, dándose a cada rato, llorando porque no salvan al amor. Les preocupa el amor. Los amorosos viven al día, no pueden hacer más, no saben. Siempre se están yendo, siempre, hacia alguna parte. Esperan, no esperan nada, pero esperan. Saben que nunca han de encontrar. El amor es la prórroga perpetua, siempre el paso siguiente, el otro, el otro. Los amorosos son los insaciables, los que siempre —¡que bueno!— han de estar solos.

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