Tuesday, September 30, 2008

La voz que rompe el silencio

El Comité que preside el Premio Nacional de Periodismo decidió otorgar el Premio 2008 en la categoría de “Orientación a la comunidad” a las locutoras triquis Teresa Bautista y Felícitas Martínez por su trabajo en la estación de radio comunitaria “La voz que rompe el silencio”. Fue un reconocimiento pos mortem puesto que ambas murieron el pasado mes de abril víctimas de una emboscada, crimen que permanece impune como tantos otros en este país. Allá en su tierra Copala, Felícitas y Teresa eran pioneras en la radio pues nunca antes había sonado el idioma triqui en las hondas hertzianas; reporteaban la noticia, hacían entrevistas, preparaban temas educativos, ante todo les preocupaba difundir los derechos humanos de las mujeres y estaban a favor de la paz y la unificación del pueblo triqui. El nombre de su estación, “La voz que rompe el silencio”, es una bella metáfora que por si misma ilustra la ilusión y entrega con que estas jóvenes emprendieron la misión informativa que desafortunadamente les costó la vida. Su muerte es una vergüenza más para las autoridades del estado de Oaxaca que no han hecho otra cosa que tratar de desacreditar a las víctimas (¿dónde lo he vivido?) y para todo México, en donde como me dijera hace tiempo en una entrevista el comunicador Pedro Ferriz De Con, a quien esta entrevistadora espetaba por no enarbolar la causa del esclarecimiento del asesinato de Digna Ochoa, “…nadie tiene la vida comprada y menos (subrayado) los periodistas”. Felicitas y Teresa tenían todo en su contra, eran jóvenes, eran indígenas, eran derechohumanistas, ejercían un periodismo honesto y comprometido y de remate eran mujeres (peor que basura).

Mutis

En su Poética, Aristóteles afirma que el arte literario (tragedia) es una representación esforzada de la realidad. A estas alturas de la civilización, realidad y representación se han visto tan entremezcladas que ya no se sabe cuál es cuál. Como sea, la mejor teatralización de la realidad le corresponde a la política, puesto que para ser un político exitoso hay que ser muy bueno para inventar tramas e intrigas y perfecto actor para representarlas. En este sentido, nuestro país se mueve en los límites y le corresponde a un insigne dramaturgo mexicano, Rodolfo Usigli, haber escrito la mejor interpretación de los hechos de nuestra historia política: El gesticulador. César, el personaje de Usigli, de ser un hombre oscuro de pronto se convierte en el “candidato” gracias a su capacidad histriónica. Como en toda tragedia griega, César es víctima de su propia soberbia y es muerto por manos justicieras. Usigli apunta una frase tomada del “Julio César” de Shakespeare que nos provoca reflexión: “¿Cuántas veces habrá que ver a César caer en escena?”. ¿Cuántas veces –dice ésta—tendremos que ver el surgimiento de nuevos césares tirancillos para verlos caer nuevamente? Pues bien, en la tradición más pura del teatro del Siglo de Oro hay una graciosa figura discursiva teatral llamada “mutis”. Cuando el actor debe salir de escena sin salir del escenario dice “hago mutis” y se queda atrás viendo lo que ocurre sin aparecer. Pues bien, hagamos mutis, sobre todo por aquello de que romper el silencio es peligroso.

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