Tuesday, September 30, 2008

¡Madres!


No, de ninguna manera quiero competir con mis amigas de El peso, simplemente reflexionar sobre el tan citado festejo que nos hacen a las madres todos los años en México con gran despliegue de recursos publicitarios de parte de gobiernos e iniciativa privada. Pienso en el excesivo consumo económico de estos días que viene a menguar la de por si magra economía de las familias mexicanas en el regodeo de una tradición hipócrita. De buena fuente conozco las estadísticas de los porcentajes de familias encabezadas por mujeres que cuentan sólo con su trabajo para mantenerlas, sin tener apoyo social para el cumplimiento de esta carga. Leo en las noticias que casi un millón de madres mexicanas se tripletean laboralmente cumpliendo con dos jornadas de trabajo asalariado o de empleo informal, más el del hogar porque, obvio, los sueldos miserables que ganan no les alcanzan para vivir medianamente bien y luego son señaladas por lo dedos acusadores de una sociedad incapaz de hacerlas fuertes en la atención a los hijos. Pienso en las miles de mujeres que durante años han sostenido la economía de nuestra región fronteriza con su esfuerzo aplicado a duras jornadas de trabajo en las maquilas y recuerdo a mi prima María Elena, compañera entrañable de mis juegos infantiles, que a los catorce años dejó para siempre su mundo infantil falsificando un acta de nacimiento con el fin de aparentar dieciséis, después de lo cual trabajó en la maquila durante veinticinco años hasta ser incapacitada por varices en sus dos piernas, y en todas las que como ella vieron a sus hermanas e hijas correr la misma suerte. Me conduelo con las madres que han vivido la pérdida de sus hijas víctimas de la violencia de género porque no hay peor dolor que pueda sufrir una madre que la muerte de sus hijos. Me solidarizo con los millones de mujeres que con ser madres han vivido la terrible experiencia de la violencia doméstica y me enorgullezco por las que han salido avantes, así como me entristezco por las que sucumbieron. A estas alturas del partido, el reconocimiento a las madres debiese ser encaminado, no con festivales artísticos, con vanos regalos o serenatas y creo que es tiempo que los gobiernos consideren apoyar con realidades tangibles el desempeño de las familias y favorecer de esa manera a las mujeres que como madres sobrellevan estas pesadas cargas.

La Madre de Gorky

Dentro de la literatura universal existen miles de personajes maternos pero ninguno como la “Madre” de Máximo Gorki. Pelagia, típica mujer del siglo XIX que había sido formada bajo las ancestrales tradiciones patriarcales de Rusia, es madre de Pavel, un joven revolucionario. Impulsada por su amor materno ella misma toma la causa revolucionaria dejando atrás sus temores y prejuicios. Gorki reconoce en este personaje las potencialidades femeninas para entregarse a la lucha por la justicia. O dicho de otra manera, las capacidades de las mujeres para actuar en consecuencia a sus valores, en muchas ocasiones con más valentía que los mismos varones. Dígame si no lo demuestran las Madres de la Plaza de Mayo en Argentina, las Madres de Presos y Desaparecidos Políticos en México y por esos días las llamadas Adelitas, únicas en levantar la voz en apoyo a los defensores del petróleo mexicano.

Los hijos de una

Ciertamente, esta que escribe también conoció los dolores de parto y por partida doble, para dar a luz a dos encantadores bebés –en su momento claro—hoy dos íntegros hombres de bien, que tuvieron la ocurrencia de enviar ayer un mensaje por Internet con esta canción de Silvio Rodríguez: “Madre, en tu día, no dejamos de mandarte nuestro amor. Madre, en tu día, con las vidas construimos tu canción. Madre, que tu nostalgia se vuelva el odio más feroz. Madre, necesitamos de tu voz. Madre, ya no estés triste, la primavera volverá, madre, con la palabra Libertad…” (Hijos: Gracias por compartir conmigo esta vida).

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