Tuesday, September 30, 2008

Tiricia


Estoy convencida de que Sor Juana Inés de la Cruz se dejó morir. Luego de haber sido considerada como la Décima Musa, la perla preciosa del virreinato, esa talentosa y brillante mujer, asediada por la Inquisición y cada vez más sometida a restricciones en su hacer intelectual, debió mostrarse arrepentida de su inteligencia, retirarse definitivamente, hacer un acto público de constricción religiosa, deshacerse de papel, tinta, libros, aparatos científicos y amistades, olvidarse de escribir e incluso callar su voz. Con toda probabilidad en esos instantes murió espiritualmente, pocos meses después falleció físicamente, contagiada de una enfermedad. Mi abuela solía decir que a los pajaritos enjaulados a veces les entraba la tiricia porque no aguantaban el encierro y no hallaban en sus amos ni el cariño ni la buena compañía, se empezaban a poner tristes, se negaban a cantar y a comer, inclusive perdían sus plumas, hasta que un día los encontraba caídos con las patitas tiesas hacía arriba. Seguramente a Sor Juana le entró la tiricia y se dejó morir.

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